viernes, 14 de octubre de 2011

Un proyecto diocesano para la Catequesis

Uno de los hechos más graves acontecidos en Europa durante los últimos decenios ha sido la interrupción de la transmisión de la fe cristiana en amplios sectores de la sociedad. Perdidos, olvidados o desgastados los cauces tradicionales (familia, escuela, sociedad, cultura pública), las nuevas generaciones ya no tienen noticia ni reconocen signos del Dios viviente y verdadero o de la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo por nosotros1. Necesitamos, por lo tanto, revisar lo que estamos haciendo y buscar cauces nuevos para una necesaria renovación de la catequesis.

Es lo que intenta el nuevo Plan Pastoral Diocesano 2011-2016, por ejemplo, cuando pide a la Iglesia palentina “trabajar un nuevo modelo de Iniciación Cristiana, que supere la sola respuesta con ocasión de los sacramentos, con diversos itinerarios para situaciones religiosas distintas, con ofertas de catequesis familiar y catequesis intergeneracional, etc...”. El Proyecto Diocesano debería, por lo tanto, cumplir un doble servicio: a) Un proceso de iniciación cristiana, unitario y coherente, para niños, adolescentes y jóvenes, en íntima conexión con los sacramentos de la iniciación ya recibidos o por recibir (bautismo, primera comunión, confirmación) y en relación con la pastoral educativa; y b) Un proceso de catequesis para adultos, ofrecido a aquellos cristianos que necesiten fundamentar su fe, realizando o completando la iniciación cristiana inaugurada o a inaugurar con el Bautismo. Renovación, pues, de lo que veníamos denominando “catequesis de primera comunión” y “catequesis de confirmación”, tratando de colmar el vacío existente entre una y otra.


El niño toma la primera comunión a las 8-9 años y no vuelve a la Iglesia, en el mejor de los casos, hasta los 15-16, para prepararse para la confirmación. Un proceso unitario haría que ambos catecumenados formasen uno sólo, asegurando así la permanencia del niño en la Iglesia durante todo el proceso de su iniciación cristiana. Este cambio de planteamiento, como es natural, necesitará tiempo y valentía para implantarlo, ya que la inercia de muchos años provocará reticencias e, incluso, hostilidad.

Otra de las propuestas aprobadas en el Plan de Pastoral dice así: “Cuidar la armonía de las cuatro dimensiones: intelectual, orante, celebrativa y comprometida. Desde ahí replantear seriamente los métodos de la catequesis”. Esto mismo afirma el Directorio general para la catequesis, documento de la Santa Sede de 1997 cuando afirma: “La finalidad de la catequesis se realiza a través de diversas tareas, mutuamente implicadas. Para actualizarlas, la catequesis se inspirará ciertamente en el modo en que Jesús formaba a sus discípulos: les daba a conocer las diferentes dimensiones del Reino de Dios («a vosotros se os ha dado a conocer los misterios del Reino de los cielos» [Mt 13,11]), les enseñaba a orar («cuando oréis, decid: Padre...» [Lc 11,2]), les inculcaba las actitudes evangélicas («aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» [Mt 11,29], les iniciaba en la misión («les envió de dos en dos...» [Lc 10,1])”.

Así, pues, la catequesis no sólo debe enseñar la doctrina cristiana, sino también enseñar a rezar a los niños, celebrar la eucaristía con ellos, tratar que su comportamiento vaya pareciéndose al modelo que tenemos en Jesús y, finalmente, enseñarles a ser transmisores de esa misma fe a los otros niños de su alrededor.

Y es que, resumiendo, el fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo. Toda la acción evangelizadora busca favorecer la comunión con él. Por eso, los Obispos españoles hemos redactado un nuevo catecismo para niños, “Jesús es el Señor”, que por su sencillez, concreción, integridad, orden y exactitud, es el instrumento adecuado para la educación en la fe y para que los destinatarios acojan esta fe en su corazón, en su memoria, y la expresen en un mismo lenguaje.

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