domingo, 23 de octubre de 2011

Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo

23 de octubre de 2011 - XXX Domingo de T. Ordinario

- Éx 22, 20-26. Si explotáis a viudas y huérfanos, se encenderá mi ira contra vosotros.
- Sal 17. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
- 1Ts 1, 5c-10. Abandonasteis los ídolos para servir a Dios y vivir aguardando la vuelta de su Hijo.
- Mt 22, 34-40. Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.

De nuevo los fariseos entran a la carga después del fracaso de los saduceos -que no creían en la resurrección- «los fariseos al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?”» Mientras en el texto paralelo de Marcos el que pregunta a Jesús es un hombre que busca la verdad, en Mateo lo hace para tentarle; Jesús no sabe interpretar la ley de Moisés y por tanto no merece crédito.

Y ciertamente la pregunta es complicada; era una cuestión discutida entre las escuelas rabínicas. El estudio de la ley de Moisés había llevado a los maestros a deducir de ella hasta 248 preceptos. Por tanto era urgente reducir tal multitud de preceptos a uno principal. Así el rabino Hillel (año 20 adC) había propuesto una famosa sentencia: “no hagas a otro lo que no quieras para ti; eso es la Ley. Lo demás es simplemente explicación”. La respuesta de Jesús «amarás al señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo tu ser. Este es el mandamiento principal y primero. El segundo es semejante a este: amarás al prójimo como a ti mismo» supera el estrecho horizonte del planteamiento que le hacen, y se sitúa al nivel de las opciones profundas. Lo importante no es saber cuál es el mandamiento más importante, sino buscar el origen de todos ellos. Jesús propone dos claves: amar a Dios y amar al prójimo, «estos dos mandamientos contienen la Ley entera y los profetas». La originalidad de la respuesta de Jesús es poner a un mismo nivel ambos mandamientos y declararles inseparables y fundamento de todos los demás. No resulta posible y creíble el amor a Dios sin amar al prójimo.

Hoy en un mundo complicado, en el que día a día nacen nuevas leyes en pro del bienestar, y de las que nos debemos preguntar si de verdad son justas o injustas, si favorecen a todos o a una minoría, si están regidas desde la ética y la moral o del capricho... el Evangelio nos da la tónica que ha de llevar en su vida el cristiano: el amor a Dios y al prójimo que ha de sostener lo que somos, decimos y hacemos. Aquí está la esencia misma de la opción cristiana, haciendo de la praxis de ambos amores un único e inseparable mandamiento.

El amor a Dios y al prójimo ha de sostener lo que somos, decimos y hacemos. ¿Amo al prójimo como Dios me ama y como Dios le ama?

José González Rabanal

No hay comentarios:

Publicar un comentario