Era un 19 de abril de 2005, cuando el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio cardenalicio, fue elegido Sumo Pontífice. tomando el nombre de Benedicto XVI. A las 18,48, precedido por la Cruz, se asomó a la loggia para saludar a la multitud e impartir la bendición apostólica “Urbi et Orbi”... y antes de la bendición, el nuevo pontífice dirigió estas palabras a los fieles:
«Queridos hermanos y hermanas: Después del gran Papa Juan Pablo II, los cardenales me han elegido, a mí, un sencillo y humilde obrero de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con herramientas insuficientes y sobre todo me confío a vuestras oraciones. En la alegría del Señor Resucitado, confiados en su ayuda permanente, prosigamos. El Señor nos ayudará y María, su Madre Santísima, estará a nuestro lado. Gracias».
De aquellas palabras... a las de la renuncia a Ministerio Petrino, distan 8 años de luminoso Pontificado, cumplido amor y humildad. Su misión continuará, siempre estará cerca de nosotros con su testimonio y su oración.
Como declaraba el Cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio «¡Santidad, amado y venerado sucesor de Pedro, como un rayo caído del cielo, ha resonado en esta aula su emocionado su mensaje! Lo hemos escuchado con una sensación de asombro, casi con incredulidad. En sus palabras hemos percibido el gran afecto que desde siempre siente hacia a la Santa Iglesia de Dios, hacia esta Iglesia que Usted ama tanto».
Como Benedicto XVI nos ha dicho «confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo», y miramos sin miedo al futuro. Y recogemos las palabras las del Santo Padre, del pasado viernes 8 de febrero: «El futuro es realmente de Dios: esta es la gran certeza de nuestra vida, el gran y verdadero optimismo que podemos tener. La Iglesia es el árbol de Dios que vive para siempre y lleva consigo la eternidad y la verdadera herencia: la vida eterna».
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