La Doctrina Social de la Iglesia lo afirma con una claridad que ofrece pocas dudas. «Entre las deformaciones del sistema democrático, la corrupción política es una de las más graves porque traiciona al mismo tiempo los principios de la moral y las normas de la justicia social; compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados; introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones públicas, causando un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento de las instituciones. La corrupción distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas, porque las usa como terreno de intercambio político entre peticiones clientelistas y prestaciones de los gobernantes. De este modo, las opciones políticas favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los medios para influenciarlas e impiden la realización del bien común de todos los ciudadanos».
Y añade: «La administración pública, a cualquier nivel -nacional, regional, municipal-, como instrumento del Estado, tiene como finalidad servir a los ciudadanos: “El Estado, al servicio de los ciudadanos, es el gestor de los bienes del pueblo, que debe administrar en vista del bien común”».
Y advierte: «Quienes tienen responsabilidades políticas no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de la representación, que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales. En esta perspectiva, una autoridad responsable significa también una autoridad ejercida mediante el recurso a las virtudes que favorecen la práctica del poder con espíritu de servicio (paciencia, modestia, moderación, caridad, generosidad); una autoridad ejercida por personas capaces de asumir auténticamente como finalidad de su actuación el bien común y no el prestigio o el logro de ventajas personales».
Así que recordado esto, me queda poco que decir. En este país han ocurrido, están ocurriendo -y parece que van a seguir ocurriendo- cosas muy graves.
Y no vale echar balones fuera... diciendo que los políticos son tal o cual. «El sujeto de la autoridad política es el pueblo, considerado en su totalidad como titular de la soberanía». De una manera, o de otra... todos tenemos cierta responsabilidad en haber llegado a este punto.
Por el camino del desprestigio de todo lo que debiera ser recto y decente... no vamos a ningún sitio que merezca la pena.
Domingo Pérez
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