jueves, 8 de septiembre de 2016

«Soy feliz, mi labor en Morros Blancos no la cambio por nada» Artemio Salvador, sacerdote diocesano

Siempre había sentido una llamada especial para poner en práctica su vocación sacerdotal al servicio de la misión, y esperó durante años por motivos familiares y motivos de salud pero a una edad adulta le llegó la oportunidad de la mano de su amigo Mons. Javier del Río, obispo de Tarija. Después de participar en la celebración de su ordenación, el D. Javier le invitó a conocer la realidad que se vive en tierras bolivianas y allí se marchó el sacerdote palentino, Artemio Salvador, natural de Cozuelos de Ojeda.

A pesar de que siempre me resultó cercano y amable, hasta hace unos días no había tenido la oportunidad de conversar con él con tranquilidad y desconocía la labor que realizaba en Tarija. Y cual fue mi sorpresa al descubrir la labor pastoral que desarrolla en Morros Blancos, la prisión de Tarija en la que viven más de 4.000 presos. A Artemio se le ilumina la cara cuando habla de estos reclusos, asegura que muchos están en prisión sin una sentencia y que la calidad de personas que ahí hay, supera muchas veces a las que están fuera de las rejas. Las cárceles en Bolivia son muy diferentes a las de nuestro país. Allí, en ocasiones son los propios reclusos los que construyen de adobe sus celdas y el recorrido por la cárcel se asemeja a un barrio o poblado.

Artemio destaca que su labor sobre todo es un acompañamiento permanente en todas sus inquietudes y necesidades, es un acompañamiento individualizado, tratamos de ocuparnos de la persona, les escuchamos y acogemos e intentamos ofrecerle nuestro apoyo. Es emocionante ver cómo se implican en las celebraciones litúrgicas, en los tiempos fuertes y en su compromiso de Fe. Muchos han recibido el Sacramento de la Confirmación dentro de la prisión e incluso hemos celebrado varios bautizos de los hijos de estos reclusos. Además, hemos hecho un gran esfuerzo por las terapias ocupacionales, poniendo en marcha un taller de costura que funciona muy bien, de hecho, todos los policías de la cárcel encargan sus uniformes a este taller, también existe un taller de madera en el que hacen verdaderas obras de arte.

El 70% de los reclusos están trabajando dentro de la cárcel y con los recursos que obtienen ayudan a sus familias.

Uno de los momentos más dolorosos vividos por Artemio en Morros Blancos fue la muerte de uno de estos reclusos en la más absoluta soledad, estaba en régimen cerrado y amaneció muerto por la mañana. Pero lo que al mismo tiempo, le emocionó fue ver la implicación de todos los reclusos. La persona fallecida no tenía vínculos familiares y fueron los propios presos los que se turnaron para el velatorio y organizaron los preparativos para el funeral, demostraron ser su propia familia.

Y en cuanto a los aspectos más positivos de su labor en prisión es ver cómo muchos reclusos son capaces de salir adelante y reinsertarse en la sociedad. «No estoy de acuerdo con las personas que opinan que no es posible la reinserción, en mi opinión la reinserción no se puede improvisar, hay que prepararla con mucho tiempo y yo creo que las terapias ocupacionales son las mejores vías de reinserción social», concluye Artemio.

La relación que este capellán establece con los reclusos va más allá de su período en la cárcel, así muchos de ellos, cuando salen en libertad, se acercan a visitarle a casa, y suelen mantener los lazos de amistad.

Artemio se encuentra ya en Tarija, ilusionado y con muchas ganas de seguir trabajando en Morros Blancos, un trabajo que cómo él mismo dice «no lo cambia por nada».

Natalia Aguado León

No hay comentarios:

Publicar un comentario