martes, 13 de septiembre de 2016

¿Cómo caminar?

¿Cómo caminar?
 
Domingo y sus primeros hermanos en la Orden, habían obtenido el permiso del obispo Fulco de Toulouse para instalarse en las casas donadas por Pedro Sheila, pero no todo iba a ser un camino de rosas. ¿Cómo caminarían?

El programa regular comprendía dos aspectos distintos. Vida de predicación a pie, en la pobreza evangélica. Imitando la itinerancia de los Apóstoles, Fray Domingo lo llevaba practicando nueve años y así será hasta su muerte. A esto se unía una vida de comunidad regular, en la que formar a los frailes, estudiar, descansar y cuidarse de las enfermedades, tan comunes en aquellos tiempos.

«La manutención está asegurada por una parte del diezmo de los bienes del obispado: “Nos queriendo que estos hombres cuando vayan a predicar, reciban del obispado el alimento y de todo lo necesario, por esta razón, de acuerdo con el cabildo y la iglesia de San Esteban y de todo el clero de nuestra diócesis, a ellos y a los que con celo del Señor y de la salvación de las almas se les asocien a ministerio de la predicación, les asignamos a perpetuidad la sexta parte de los diezmos de que disfrutan nuestras iglesias parroquiales”». Esto causará no pocos problemas con estas instituciones que, es de suponer, que no gozarían de demasiados capitales.

La combinación de las dos clases de pobrezas expresadas en esta carta de 1215 no facilitará el proyecto de Domingo. Así lo explica el P. Vicaire: «Vivir de los diezmos del obispado mientras se acomoda o se atiende al convento, es sin duda vivir de la limosna prevista para “los pobres de Cristo”, según la tradición. Pero la aceptación de esta limosna regular, ¿puede conciliarse con el abandono diario a la Providencia, que significa la mendicidad del predicador, que es el ideal que Fray Domingo quiere para sus frailes?». Resultará una tarea ardua compaginar ambos aspectos.

Por otro lado una novedad aparecía en el horizonte. No muchos años atrás, los predicadores pontificios tenían una misión papal: “Combatir a los herejes”, en una predicación de defensa y combate. Domingo y sus frailes superan esta perspectiva estrecha y negativa para ayudar a la predicación pastoral del obispo. Una predicación positiva de la doctrina y costumbres cristianas, adulteradas en aquel entonces, y dirigida a todas las ovejas del rebaño diocesano, fieles e infieles. El predicador, para Domingo, es un colaborador del obispo, y se convierte en un órgano permanente de la evangelización de la diócesis.

Domingo, será el predicador de la Gracia, en pobreza y comunión con el Obispo Fulco. Sobraban “predicadores de la des-gracia”, llenos de poder y dinero y al margen de la Iglesia apostólica. Ese es el legado de santo Domingo a su hijos.

Fray Luis Miguel García Palacios, O.P.
Subprior del Convento de San Pablo

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