sábado, 3 de septiembre de 2016

Homilía de nuestro Obispo en la Fiesta de San Antolín, patrono de la Diócesis y la ciudad de Palencia: ¿Queremos que nuestra vida sea una permanente fiesta aquí y tras la muerte?

Al comenzar la homilía, saludo con afecto y gratitud al Sr. Vicario General, al Presidente y a todos los miembros del Cabildo de la Catedral, a los sacerdotes concelebrantes, al diácono, a los seminaristas, a los monaguillos, al organista y al coro, a los miembros de vida consagrada, a los laicos, especialmente a los que están en la primera fila, los ancianos, enfermos, discapacitados, emigrantes, muchas veces olvidados por los demás, pero valiosos a los ojos de Dios. 

Un saludo deferente y atento a las autoridades locales, provinciales y regionales que nos acompañan, y que con la presencia expresan el respeto y la consideración a la comunidad católica de la ciudad y la Diócesis. Un saludo cercano y agradecido a los profesionales de los medios de comunicación.
A todos os deseo una feliz fiesta de San Antolín. Nos hemos puesto traje de fiesta, y sobre todo espíritu de fiesta, no porque toque, sino porque es San Antolín.

¿Quién fue san Antolín?

San Antolín, mártir, era oriundo de Apamea (Siria), creyente en Cristo, que padeció el martirio en tiempos de Diocleciano. Sus restos fueron llevados en el siglo VII a Francia, y depositados en una abadía próxima a la ciudad de Pamiers. Sus reliquias llegaron a Palencia tras la restauración de la Diócesis con Sancho el Mayor de Navarra en el 1035 Y desde entonces es patrono de la ciudad y de la Diócesis. Su memoria está por todas partes en esta Catedral, sobretodo en la cripta del siglo VIII. La iconografía le representa con vestiduras diaconales.

Por él y con él hoy celebramos fiesta

Pero ¿qué es celebrar fiesta? Afirma un antropólogo que la esencia de la fiesta es sopesar la existencia y afirmar la vida juntos. Sin fiesta no podemos vivir, estamos muertos. Y creo que es así.
En la existencia diaria hay realidades que son negativas, y las sufrimos, como el paro, la pobreza, el deterioro de la tierra, nuestra casa común, la falta de convivencia sana en las comunidades, la explotación de los menores, la vivencia de una sexualidad separada del amor, la falta de entendimiento, en ocasiones, entre los políticos, las enfermedades, la droga que tanto mata y tanto dolor causa, el despoblamiento de nuestra provincia, e incluso la misma muerte. No somos ciegos; hay que ver la realidad. 

Pero también hay realidades muy positivas como la solidaridad, las familias que intentan superarse cada mañana desde el amor mutuo, los jóvenes que estudian y luchan por su futuro y el futuro de la sociedad, el empeño y la apuesta de muchos por la paz, la justicia, la entrega de los abuelos que cuidan de los nietos, el compromiso de muchos por que se oiga a la sociedad civil, el ejemplo de muchos mayores, su sabiduría, los niños que nacen, etc. 

Pero frente a todo, y sopesando y discerniendo todo, el hombre en la fiesta lo que hace es afirmar la Vida. Por encima de todos los males, carencias, limitaciones, etc., afirmamos que estamos hechos no para sufrir, penar y morir, sino para vivir. 

Es verdad que para muchos la vida es un mero dejar trascurrir los días y las horas, el mero existir; para otros es pasarlo bien, es decir, comer, beber, alcanzar fugazmente un poco de poder, tener fama, experimentar todos los placeres que están al alcance de la mano, etc. Y esto muchas veces sólo para grupos selectos. 

Nosotros consideramos que, aunque algunos de esos elementos están presentes en la fiesta, todo eso no es vida en plenitud, porque cuántas veces deja al día siguiente un poso de amargura en el corazón o violencia, aprovechamiento, egoísmo, e individualismo, porque los pobres no pueden ni comer las migajas que caen de la misa de los ricos, porque los pobres no sin invitados a la fiesta.

En el fondo de la fiesta está la vocación a la libertad verdadera, a la verdad, a la alegría de sentirse amado y acompañado, a la esperanza, a la justicia, a la fraternidad, al cariño, al amor, a la vida en plenitud. La Iglesia no es un aguafiestas, ni se opone a la fiesta; todo lo contrario: quiere la fiesta para todos y la fiesta plena. Jesucristo también estuvo participando en una fiesta de bodas, en las fiestas de religiosas de su pueblo.

Pero lo hacemos juntos, no solos. A nadie se le ocurre celebrar su cumpleaños o su santo solo. Espera que alguien nos felicite y le invitamos a comer, o a tomar algo. Y así es lo hacemos con los familiares, amigos, vecinos, conciudadanos, otras gentes incluso desconocidas venidos de otros pueblos y ciudades.

Y ¿dónde está esa vida en plenitud, esa fiesta plena?

Ha sido proclamada la Palabra de Dios que San Antolín hizo hoja de ruta de su vida. San Antolín nos dice dónde está la vida plena, la fiesta que nunca acaba: En Jesucristo, el que dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida; el que vino para darnos vida y vida en abundancia. San Antolín descubrió en Cristo la verdadera vida. Se sintió amado, acogido, querido por la persona de Jesús. Pudo decir con san Pablo: “Yo vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”. (Gal 2, 20) Y se entregó él mismo a Cristo, identificándose con él. Cristo vivía en él. 

Su respuesta fue un seguimiento fiel, total, radical y absoluto. Un entregarse a Cristo en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en la adversidad, en la vida y en la muerte. Fue un vivir la fiesta de las bodas en la que nunca faltó la presencia de Cristo, el esposo, ni el vino bueno. 

Un seguimiento que le llevó a ser testigo, mártir, con la vida diaria en servicio a los demás, era diácono y ser diácono significa ser servidor como Cristo, que vino no a ser servido sino a servir. Porque sirvió a Cristo, hoy está con Cristo y el Padre le ha honrado en la gloria (Jn 12, 24-26) y ante nosotros. El seguimiento le llevó a ser testigo fiel en las pruebas duras de la persecución hasta derramar la sangre por amor a Aquel que derramó la suya para sellar una alianza nueva y eterna entre Dios y los hombres en el perdón de los pecados. El seguimiento le llevó a ser también él grano de trigo que cae en tierra y muere pero da mucho fruto.

¿Queremos que la fiesta de san Antolín nos renueve, nos fortalezca, nos inyecte energías para seguir adelante, mañana, día 3, y siempre, eterna? ¿Queremos que nuestra vida sea una permanente fiesta aquí y tras la muerte? En la oración de la misa de hoy pedíamos al Padre de Nuestro Señor Jesucristo y Padre de la Misericordia: “caminar con valentía hacia ti, fuente de toda vida”. Y ¿cómo caminar, qué pasos dar?
  • Amar es imitar, dice san Agustín. Imitémosle a san Antolín. Vayamos a Cristo, creamos en Cristo, acerquémonos a Cristo, dejémonos amar y abrazar por Jesucristo. Conozcámosle más, para amarle más. No dejemos de leer, meditar y hacer vida de nuestra vida su evangelio. Que Él sea el centro de nuestra vida. Y todo esto en la Iglesia, en la comunidad cristiana, con los que son hermanos en Cristo sin abandonarla. La fiesta cristiana siempre comporta comunidad. Nadie celebra fiesta él sólo, sino con la familia, los hermanos, los amigos.
  • Entreguémonos a Cristo. Sirvamos a Cristo en los hermanos, especialmente en los pobres. Estamos en el Año de la Misericordia; seamos misericordiosos como el Padre, como Jesucristo, el rostro de la misericordia entrañable de nuestro Dios. Repasemos y vivamos prácticamente entre nosotros y con todos las obras de misericordia; el objeto de todas las obras de misericordia es la vida humana misma en su totalidad, Y esto incluye, como nos dice el Papa Francisco, el cuidado de la casa común.
  • Vivamos así, aunque tengamos que sufrir por amor la adversidad, la incomprensión, la crítica, incluso la persecución, y confesar la fe como San Antolín con obras y palabras hasta el derramamiento de la sangre. Soportemos por amor a Cristo y a los demás la adversidad, venida de fuera o de dentro, con paciencia,
  • Acudamos a Cristo orando y teniendo por intercesor a San Antolín, para que nos conceda su espíritu y permanecer fieles en el combate de la fe. La Eucaristía es memorial del martirio de Cristo y de su triunfo y victoria sobre el mal, el pecado y la muerte, es también banquete de la fiesta cristiana. Aquí Él se hace pan y vino de nuestra fiesta. Es nuestra fiesta. Comamos y bebamos en Él, en su palabra y en sus sacramentos, es la fuente de toda vida. 
Feliz fiesta de San Antolín, hermanos.

Por primera vez en la historia... no se pudo cumplir con la tradición de beber agua en la Cripta de San Antolín en el día de nuestro Santo Patrón. Los análisis previos realizados por el Servicio de Salud de la Junta de Castilla y León dieron por resultado que el agua no era apta para el consumo. Posiblemente, las filtraciones que se produjeron en la Cripta en la última crecida del río Carrión contaminaron el agua, que suele ser calificada por los mismos análisis como “excelente”.
El Cabildo de la Catedral, en un acto de responsabilidad, decidió no permitir este año que los fieles bebieran el agua del pozo.

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