miércoles, 18 de abril de 2012

El mensaje de la Pascua

La resurrección, comienzo de la fe cristiana. Con la muerte violenta y vergonzosa de Jesús en la cruz parecía que todo había acabado. También los discípulos de Jesús entendieron su muerte como el fin de sus esperanzas. El final de Jesús en la cruz parecía ser, no sólo el fracaso privado sino el hundimiento de su mensaje del reino de Dios. ¿Qué puede, pues, explicar el nuevo comienzo y la fuerza prodigiosa del cristianismo primitivo?

La respuesta del Nuevo Testamento a esta cuestión es totalmente clara: los discípulos de Jesús anunciaron muy poco después de la crucifixión que Dios lo había resucitado, que quien habían visto en la cruz se les había mostrado vivo y que los había enviado a ellos a anunciarlo por todo el mundo. Además, tal era su convicción, que estaban dispuestos a morir por su mensaje.

La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que Él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena “ordinaria”. En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio.

La resurrección como confirmación de la acción de Jesús. La Resurrección constituye la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó, y la garantía de sus promesas. En la Resurrección de Jesús de entre los muertos, Dios Padre manifestó su fidelidad y se identificó plenamente con Jesús y su causa.

La resurrección como exaltación. En el himno de la carta a los Filipenses (2.9), se habla de exaltación en vez de Resurrección. Pascua y Ascensión forman un único misterio: la acción de Dios en Jesús tras su muerte. La exaltación a la derecha de Dios no significa el arrebatamiento a un lugar más allá del mundo, sino el ser de Jesús con Dios con su poder y gloria. No quiere decir lejanía del mundo, sino un nuevo modo de estar con nosotros; ahora Jesús está con nosotros desde Dios y al modo de Dios; dicho gráficamente: está con Dios como nuestro intercesor.

La resurrección como anticipación de la salvación. la Resurrección es el comienzo del Reino de Dios anunciado por Jesús. Es la anticipación del final de la historia. Con Jesús resucitado se inicia la acción de salvación divina para con los hombres. La Resurrección de Jesús es el comienzo y la anticipación de la resurrección de los muertos. Jesús es el primogénito de los resucitados. En Él está la esperanza de nuestra futura resurrección: «Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que durmieron... del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos vivirán en Cristo» (1 Cor 15, 20-22).

La secuencia de la misa de Pascua. El domingo de Pascua la liturgia de la Iglesia expresará su alegría a través de la poesía. En la secuencia, antes de proclamar la primera aparición del Señor resucitado a María Magdalena escucharemos: «Lucharon vida y muerte / en singular batalla, / y muerto el que es la Vida,/ triunfante se levanta/ ¿Qué has visto de camino / María, en la mañana? / A mi Señor glorioso, / la tumba abandonada / los ángeles testigos, / sudarios y mortaja./ ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!»

El “rompimiento del velo”. Tal riqueza de contenidos teológicos no es posible expresar ni de vivir en la piedad popular. Ahora bien, es preciso reconocer que la piedad popular ha destacado un aspecto particularmente emocionante de la resurrección del Señor, que la liturgia no ha podido recoger: el encuentro glorioso del Señor resucitado con María, su Madre, “el rompimiento del velo”. En la plaza Mayor tiene lugar cada domingo de resurrección este rito piadoso que conmemora un hecho que no está recogido en los evangelios, pero que la más elemental lógica del amor materno-filial no puede dejar de reconocer: la aparición del Hijo resucitado a su ser más querido, su Madre dolorosa. Aquí se ve claramente una vez más la armonización entre liturgia y piedad popular, o sea, cómo la piedad popular se debe derivar de la liturgia o bien debe llevar a ella.

Feliz Pascua de Resurrección

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