Homilía de Mons. Escudero en la Solemnidad del Corpus Christi
La solemnidad del Corpus Christi se remonta a 1264, por voluntad del papa Urbano IV, quien instituyó la fiesta «a fin de que el pueblo cristiano redescubra el valor del misterio eucarístico». Después de más de 700 años, la tradición continúa sin interrupción.
El Papa Benedicto XVI, en su homilía del Corpus Christi el jueves pasado en San Juan de Letrán ha querido subrayar un aspecto importante del misterio eucarístico: el culto de la Eucaristía, en particular la adoración del Santísimo Sacramento. Es lo que nosotros viviremos después de la Misa, en la procesión por las calles de nuestra ciudad y también en la oración silenciosa ante el sagrario de nuestras parroquias, en los momentos de recogimiento antes o después de la celebración de la Misa, o en las visitas al sagrario durante la jornada.
Y esto ha tenido repercusiones importantes en la vida espiritual de los fieles. Concentrando toda la relación con Jesús eucaristía sólo en el momento de la Misa, peligra de olvidar su presencia entre nosotros en el resto del tiempo. Se minusvalora así la afirmación del Señor cuando nos dijo: «sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20).
Jesús continúa presente todos los días en el sacramento eucarístico para escuchar y atender nuestras alegrías y nuestras penas, nuestras ilusiones y frustraciones personales, nuestros éxitos pastorales y nuestros fracasos en la nueva evangelización, nuestros problemas de todo tipo, donde no faltan los problemas económicos, sociales y laborales por las circunstancias por las que está pasando nuestra sociedad y muchos de nuestros conciudadanos.
El Papa nos ha dicho a todos los católicos en esta homilía que estamos comentando: «el culto del Santísimo Sacramento constituye como el ambiente espiritual dentro del cual la comunidad puede celebrar con verdad la Eucaristía. Sólo si viene precedida, acompañada y seguida por esta actitud interior de fe y de adoración, la acción litúrgica puede expresar su pleno significado y su pleno valor».
Y también, en otro momento de la misma homilía afirmó: «estar en silencio prolongado delante del Señor presente en el Sacramento es una de las experiencias más auténticas de nuestro ser Iglesia, que se complementa con la experiencia de celebrar la Eucaristía, escuchando la palabra de Dios, cantando y acercándonos juntos a la mesa del Pan de la vida. Comunión y contemplación no se pueden separar. Van siempre juntas».
Tomar conciencia de ello es tanto más importante en nuestra diócesis de Palencia, por la constante enseñanza del beato Don Manuel González, “el obispo del sagrario abandonado”. Él solía lamentarse de que «el sagrario se ha quedado sin pueblo y el pueblo sin sagrario amado y frecuentado». Y por ello nos advertía seriamente: «una de las causas principales del decaimiento de la Iglesia es el abandono de la Eucaristía por parte de los fieles».
Don Manuel continuaba así los lamentos de otra alma enamorada de Cristo sacramentado, Santa Margarita María Alacoque, que afirmaba dolorosamente: «Es un martirio para mí ver que [a Jesús] le aman poco en su divino Sacramento... dejándole en olvido y desprecio».
Por ello, una de las consecuencias que debe tener la Visita Pastoral del obispo a todas las parroquias de la diócesis debe ser impulsar la oración ante Jesús presente en el sagrario. Por ello, en la homilía de clausura de la visita, junto a cuatro recomendaciones más para relanzar la renovación espiritual de nuestra diócesis, siempre digo, con palabras del Papa: «Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el arte de la oración, ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos de conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? Esta experiencia puede proporcionar fuerza, consuelo y apoyo».
En consecuencia, tendremos que tener más tiempo abiertas nuestras parroquias para facilitar la oración personal e incluir en las Asambleas eclesiales de los distintos arciprestazgos, en las vigilias diocesanas de oración, por ejemplo en las vigilias de la Inmaculada, de Pentecostés, de Cáritas Diocesana... en los encuentros con los jóvenes y, en general, en los actos celebrativos del Año de la Fe momentos de oración silenciosa ante el Señor Sacramentado.
«El verdadero amor y la verdadera amistad -concluye el Papa- viven siempre de esta reciprocidad de miradas, de silencios intensos, elocuentes, llenos de respeto y de veneración, de tal forma que el encuentro con Jesús [en la comunión de la Misa] se viva profundamente, de modo personal y no superficial».
No hay comentarios:
Publicar un comentario