1 de abril de 2012 - Domingo de Ramos
- Is 50, 4-7. No me tapé el rostro ante
los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
- Sal 21. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?
- Flp 2, 6-11. Se rebajó a sí mismo, por
eso Dios lo levantó sobre todo.
- Mc 14, 1-15, 47. Pasión de nuestro Señor
Jesucristo. Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El
domingo de Ramos comienza con la entrada de Jesús en Jerusalén, que abre la “Semana Santa” o
“Semana Mayor”, en explicación de Juan Crisóstomo: “no porque sean días más
grandes que los demás, los hay más largos; ni porque haya más días, son
iguales, sino porque en ellos han sido llevadas a cabo por el Señor cosas
admirables”. Que no nos comportemos como meros espectadores, sino que
participemos en las celebraciones, reflexionemos los textos bíblicos, dejémonos
interpelar por ese Jesús, Hijo de Dios, que firmó con su sangre una nueva
alianza de amor, que nunca caducará. Hoy el evangelio es la lectura de la
Pasión según san Marcos.
Es
posible que nos parezca duro comenzar con la lectura reposada de la Pasión;
pero nos ayuda que, para algunos pensadores cristianos, la pasión de Marcos,
junto con el anuncio de la resurrección, contiene los tres capítulos más
importantes de toda la
Biblia. Con bastante seguridad fue redactada pocos años
después de la muerte de Jesús, ajustándose fielmente a los acontecimientos. Al
entrar en la médula del relato, descubrimos que todo él se centra en la
presentación de una personalidad única, fuera de lo común, que ha hecho de su entrega
la clave de su destino. Y que la entrega en la cruz es la máxima expresión de
cuanto leemos en el evangelio. Tres actitudes marcan el comportamiento de
Jesús:
“Docilidad”:
El silencio en momentos de la Pasión podría llevarnos a pensar que Jesús adopta
una postura pasiva, dejándose llevar de los acontecimientos, resignado. Pero no
es así, su actitud es activa, aunque llena de docilidad, identificándose con la
voluntad del Padre en total fidelidad. No utilizando las mismas armas de la
violencia para responder a las acusaciones, desacreditando a los enemigos.
“Resistencia”:
Quien es despreciado en su dignidad hasta límites increíbles, quien camina
hasta el Gólgota no es un débil, es fuerte en realidad. El derrotado se
convierte en el gran vencedor, su auto-donación a Dios y a los hombres,
preludia su victoria final.
¿No nos prepara la lectura de la Pasión
para escuchar y vivir estos días de Semana Santa en plenitud?
José González Rabanal
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