15 de Abril de 2012 -
Domingo II de Pascua
- Hch 4, 32-35. Todos
pensaban y sentían lo mismo.
- Sal 117. Dad gracias al Señor porque es
bueno, porque es eterna su misericordia.
- 1Jn 5, 1-6. Todo lo que ha nacido de Dios
vence al mundo.
- Jn 20, 19-31. A los ocho días, llegó
Jesús. Creer sin haber visto.
El evangelio de hoy es común para los tres ciclos, señal de
la importancia que tiene. Comienza “al anochecer del primer día”, y de nuevo el
día octavo, o sea siempre en domingo, la comunidad apostólica experimenta la
gozosa la presencia de su Señor resucitado, primero sin Tomás y luego con él, y
“se llenaron de alegría”. Les dio su Espíritu, les envió como el Padre le había
enviado a Él, y les dio el encargo de la reconciliación, “a quienes perdonéis
los pecados, les quedan perdonados”. El Domingo es el día especial para el
encuentro con el Resucitado -sentido de nuestra vida- más allá de la obligación, o la costumbre.
Si por la mañana el sepulcro vacío-domingo anterior-
dominaba el relato, por la tarde domina la presencia de Jesús en medio de los
discípulos. Identifican a Jesús, puede ser visto y tocado, pero no es el de
antes, se les presenta lleno de vida, es alguien real y concreto pero no le
pueden retener, tiene una existencia nueva.
Jesús les saluda “la paz esté con vosotros” y les muestra las manos y el costado, no es
una ilusión un “doble”. Y pasan del miedo y la tristeza por la muerte, al gozo
y la alegría; Jesús resucitado concede a los suyos el Espíritu Santo, que
convierte a los antes acobardados, en testigos, y les da su propia misión:
anunciar, curar, perdonar los pecados. La fe de los discípulos se afianza y al
final confiesan “hemos visto al señor”, o mejor como Tomás: “¡Señor mío y Dios
mío!”.
“La fe no nace de un
mito, ni de una idea, sino del encuentro con Cristo Resucitado, en la vida de
la Iglesia” ¿Busco el encuentro con Cristo Resucitado, para luego ser su
testigo?
José González Rabanal
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