«Ten cuidado con las armas... que las carga el Diablo» oía yo cuando era pequeño. Y bien clarito que me quedó. Las escopetas son artefactos a los que nunca hemos sentido mucho aprecio en mi casa. No parece suceder lo mismo en otras Casas.
Las desgracias no suelen venir solas... y tienen la fea costumbre de acompañarse las unas a las otras. Si un día nos desayunábamos con que un niño de 13 años se había pegado un tiro en un pie... a los pocos días almorzamos sabiendo que su abuelo (ya de edad avanzada) se había roto la cadera cazando elefantes en un sitio que me cuesta localizar en el mapa. Deberíamos andarnos con cuidado. Que las armas son peligrosas. Que hacen daño... y las carga el Diablo.
No es ejemplarizante andar cazando paquidermos con la que está cayendo, aunque antes hayamos dicho que “nos quita el sueño la situación laboral de los jóvenes”. Porque genera desconfianza, estupor, indignación y hace aún más grande la brecha entre los ciudadanos y las instituciones. Porque, como dice una buena amiga, “cuando se es Rey, no se puede, lo que no se debe”.
Dice la Doctrina Social de la Iglesia que “quienes tienen responsabilidades políticas no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de la representación, que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales. En esta perspectiva, una autoridad responsable significa también una autoridad ejercida mediante el recurso a las virtudes que favorecen la práctica del poder con espíritu de servicio: paciencia, modestia, moderación, caridad, generosidad” (Compendio de la DSI, 410).
No están los tiempos para ir de “caza mayor”; y tampoco para ir a “cazar instituciones”. Tenemos problemas más serios. Lo que no se puede, no se debe.
En la vida pública urgen, repito, paciencia, modestia, moderación, caridad y generosidad.
Domingo Pérez Rodríguez
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