La vida de San Juan de Ávila está llena de anécdotas. Misionero por Extremadura y Andalucía; recorriendo ciudades y pueblos; con auditorios de toda clase de personas tanto por la edad como por su clase social: Córdoba, Sevilla, Montilla, Zafra, Baeza, Granada. Úbeda... y Écija.
Precisamente fue en Écija donde le dieron una BOFETADA en plena calle. ¿Quién le pegó? Pues nada menos que un sacerdote... que predicaba a la misma hora y en distinta Todo fue así:
Un día, a la misma hora y en distinta iglesia, predicaban ese sacerdote y San Juan de Ávila. Al sacerdote le interesaba mucho la asistencia de fieles por cuanto, al ser comisario de bulas, le pagaban las que vendiera durante la predicación. Total que la gente supo que San Juan de Ávila predicaba en otra iglesia y allí se fueron a escucharle, llenando el templo, mientras que en la otra iglesia, donde predicaba el comisario de bulas, no fue nadie.
Uno no puede menos de recodar aquella otra escena de la vida de Santa Teresa, en Ávila. Entrando la santa en una iglesia, estaba un predicador en el púlpito y al observar la presencia de Santa Teresa dijo a voz en grito que era “una monja andariega”.
Cuando San Juan de la Cruz está preso en Toledo, nos dice la historia que algunas noches, después de cenar los frailes, le subían del sótano y poniéndole en medio del refectorio, le disciplinaban por su “pecado de rebeldía” al querer seguir a Santa Teresa.
Cuando San Pedro sacó la espada que llevaba e hirió al siervo del sumo sacerdote cortándole la oreja, Jesús dijo a Pedro: “Mete la espada en la vaina. El cáliz que el Padre me ha dado, ¿no lo he de beber?”
San Juan de Ávila era un enamoradísimo de la vida y doctrina de San Pablo. Su ideal era llegar a poder decir con el Apóstol: “Vivo yo, mas no yo, es Cristo quien vive en mí”.
Germán García Ferreras
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