Los católicos no creemos en el destino... y tampoco creemos
en la reencarnación. Para los católicos, la muerte forma parte de la vida... no
es una ruptura especialmente importante. Nos fiamos de Jesús que dio su vida
por nosotros para que tengamos vida eterna. Creemos que Jesús resucitó y
también nosotros resucitaremos con Él.
Los católicos debemos afrontar la muerte con serenidad, con
confianza. Fijarnos en Jesús cuando vio que su muerte se aproximaba y tratar de
tener sus mismas actitudes y su confianza en el Padre Dios.
Hay que aprender a aceptar que la muerte forma parte de la
vida... poco a poco, fiándonos de Dios, poniendo en Él nuestra confianza.
Sabemos que todo no acaba con la muerte. Sabemos que el amor es más fuerte que
la muerte.
Cuando muere un ser querido, nuestro amor hacia él permanece
intacto, no muere nunca. Su muerte no es una despedida... es un encuentro con
Dios.
Confiemos en el Señor de la Vida que continuamente nos anima para que nuestra
existencia mortal tenga siempre destellos de inmortalidad.
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