Entre todas las preguntas que podemos hacerle a un niño, creo que no la hay más absurda, innecesaria y cruel que la de... “¿a quién quieres más? ¿A papá o mamá?” Pues bien habitual que es, y ya desde pequeños... nos habitúan a los “bandos”.
No me gusta el “blanco o negro”, el “conmigo o contra mi”, el “o por la derecha o por la izquierda”. Creo que hay muchos caminos, hay infinitas tonalidades de grises y de combinaciones de los colores básicos. Y en el abrir nuevos senderos, en la variedad, en el contraste... algunas veces en el “caos” y casi siempre en la “armonía” está la belleza.
Soy de la opinión de que nadie está en la posesión de la verdad absoluta. Creo que en las razones del que no piensa como yo... hay interpelaciones a mis razones. Creo que si pensamos de esta manera, difícil será que no lleguemos a acuerdos... en lo que sea.
No me gustan las posturas inmovilistas. No llevan a nada. Solo a quedarnos donde estamos. Y me molesta especialmente el intransigente que acusa de intransigencia, el que se venda los ojos y acusa al otro de no querer ver.
No me gustan las revoluciones... Casi siempre acaban en una contrarrevolución que arrasa con toda crítica, sea del signo que sea. Me gusta la evolución, constante y a buen ritmo. Que nos permita ir juntos, viendo los errores y cogiendo senderos que nos hagan más fácil el camino.
Todo esto no significa que valga todo. Hay una jerarquía de valores que -de una manera o de otra- todos tenemos clara... que nos permite distinguir lo que está bien y lo que está mal, lo que se puede y lo que no se puede, lo que es decente y de lo que no lo es. Y hay también unas necesarias reglas del juego... en la Iglesia, en la sociedad, en la comunidad de vecinos... Leyes que nos ayudan a “jugar”.
“En lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad” nos dejó escrito San Agustín. Apliquemos esto en casa, en el portal, en el pueblo o en el barrio, en la ciudad, en la fábrica o la oficina, en la parroquia o el ayuntamiento, en el Congreso y en el Senado, en la Iglesia... empezando por nosotros mismos.
Domingo Pérez
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