domingo, 20 de noviembre de 2011

Preparad el Camino del Señor. Allanad sus Senderos

“Que el mismo Dios de la paz os santifique totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, se mantenga sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo”. 1 Ts 5, 23
 

Entramos en el ADVIENTO... y el apóstol san Pablo nos invita a preparar la “venida de nuestro Señor Jesucristo” conservándonos sin mancha, con la gracia de Dios. San Pablo usa precisamente la palabra “venida”, en latín adventus, de donde viene el término Adviento.
 
Esta palabra se puede traducir por “presencia”, “llegada”, “venida”... y en el mundo antiguo se utilizaba para indicar la llegada de un funcionario, o la visita del rey a una provincia. Pero indicaba también la venida de la divinidad, que salía de su escondimiento para manifestarse con fuerza. 


Los cristianos adoptaron la palabra “Adviento” para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, que entra en esta pobre “provincia” denominada tierra para visitarnos a todos... e invitarnos a participar en la fiesta de su Adviento a todos los que creemos en Él, a todos los que creemos en su PRESENCIA en la asamblea litúrgica. Con la palabra adventus se quiere decir que Dios está aquí, que no se ha retirado del mundo, que no nos ha dejado solos... Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras.
 
El significado de esta expresión comprende también el de visitatio. Dios me VISITA... entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. En la vida cotidiana experimentamos que tenemos poco tiempo para el Señor... y poco tiempo para nosotros. Nos dejamos absorber por el “hacer”... y ¿no es verdad que con frecuencia es la actividad lo que nos domina, la sociedad con sus múltiples intereses lo que monopoliza nuestra atención? A veces las cosas nos “arrollan”.
 
El Adviento nos invita a detenernos, en silencio, para captar su presencia. Nos invita a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. Escribir un “diario interior” de este amor sería una tarea hermosa y saludable para nuestra vida.
 
El Adviento nos estimula a contemplar al Señor presente. Así, la certeza de su presencia... ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como “visita”, como un modo en que Él viene a nosotros y está cerca de nosotros?
 
Otro elemento del Adviento es la ESPERA, que es al mismo tiempo ESPERANZA. El Adviento nos impulsa a entender el sentido del tiempo y de la historia como ocasión propicia para nuestra salvación. Jesús explicó esta realidad en la narración de los siervos invitados a esperar el regreso de su dueño; en la parábola de las vírgenes que esperan al esposo; o en las de la siembra y la siega.
 
En la vida, el hombre está siempre a la espera: cuando es niño quiere crecer; cuando es adulto busca la realización y el éxito; en su edad avanzada aspira al merecido descanso. Pero llega el momento en que descubre que ha esperado demasiado poco si -fuera de la profesión o de la posición social- no le queda nada más que esperar. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz.
 
Existen maneras muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo... la alegría de la espera hace más valioso el presente.
 
Vivamos intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Señor... Y proyectémoslos hacia un futuro lleno de esperanza. El Adviento será una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe: el Mesías esperado durante muchos siglos, que nace en la pobreza de Belén.
 
Presente entre nosotros, nos habla de muchas maneras. Podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos entristecen, la impaciencia y las preguntas que brotan de nuestro corazón. Estamos seguros de que nos escucha siempre. Y si Jesús está presente podemos seguir esperando incluso cuando el presente está lleno de dificultades. 
 
El Adviento es el tiempo de la presencia y la espera de lo eterno. Es, de modo especial, el tiempo de la ALEGRÍA. La alegría por que Dios se ha hecho niño. Que la Virgen María -por medio de la cual nos ha sido dado el Niño Jesús- modelo y sostén de este íntimo gozo... nos obtenga la gracia de vivir este tiempo vigilantes y activos en la espera.
 
«Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”». Mateo 3, 1

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