Desde el Consejo Pastoral de la Zona del Brezo, creemos que como cristianos tenemos que abrir bien los ojos y el corazón al encuentro de Jesús, para hacernos cargo de la realidad que estamos viviendo y no quedarnos callados, indiferentes, pasivos, sino en actitud de búsqueda e implicación construyendo pueblo, comunidad, zona, vecindad.
La vida de nuestros pueblos y el “clamor” de los excluidos han de estar resonando en el corazón de los cristianos y las comunidades. Clamor que reclama de nosotros una implicación que cure situaciones de dolor y trate de eliminar las causas que lo producen. Hay muchas cosas que preocupan en nuestra zona. Somos conscientes de que la crisis nos está golpeando particularmente duro. Nuestros pueblos están siendo los primeros en sufrir los efectos de lo que está pasando:
- La despoblación y el envejecimiento sigue acentuándose
- Los pocos jóvenes, que aún quedan, se van buscando un trabajo con un sueldo mínimo y muchas horas de trabajo, lo que nos hace ver a los inmigrantes como una amenaza.
- Nos vamos quedando cada vez más solos y aislados, los últimos en ser atendidos en: servicios, sanidad, cultura, fe, dignidad, trabajo, justicia.
- Nos van quitando servicios básicos: menos médicos, menos días de consulta y con más gente mayor.
- Menos maestros y profesores, con el consiguiente deterioro en la educación.
- Pocos curas para muchos pueblos.
- Se ajusta a costa de los derechos de las personas y a veces lleva a la exclusión-descarte.
Esta situación nos pide que despertemos y Jesús nos ayuda a unirnos a su programa que nos ofrece en Lc 4, 14-25 (EG: 186, 187, 188,193). Programa que recoge las preocupaciones que lleva dentro de su corazón y la tarea a la que se quiere dedicar en cuerpo y alma. Programa que ha de ser el de todo cristiano. Jesús se siente “ungido por el Espíritu” de un Dios que se preocupa de los que sufren. Es ese Espíritu el que lo empuja a dedicar su vida entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar la libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”.
Como cristianos debemos hacernos cargo de esta realidad críticamente, saber valorar lo pequeño y lo poco, ser familia de hijos y hermanos que se preocupa por los suyos, en especial los más necesitados, los excluidos y descartados. Estamos llamados a pensar y actuar en términos de comunidad, poniendo en el centro a la persona y la vida. Interpelarnos, comprometernos, no dejar a nadie en la cuneta, tratando de curar, sanar, superar situaciones de dolor, marginación, olvido, esto engancha con el sueño de Dios, que quiere un mundo de hermanos. Debemos sentirnos partícipes y apoyar las experiencias que surgen, en esta clave de liberación. Si no escuchamos el clamor de nuestros pueblos y no hacemos caso, estamos fuera del Reino, fuera del proyecto de Dios. Tenemos que ser cristianos donde está la vida, estar centrados en la vida, en las personas, en los últimos, descartados, en el hacer comunidad. Aunque nos faltan cosas vamos aprendiendo a unirnos, a responsabilizarnos, a implicarnos en el ir cultivando la comunidad humana y ciudadana para tener un vivir digno.
Somos vecinos, ciudadanos, creyentes, solo por ser esto tenemos que estar muy implicados – comprometidos y debemos plantearnos que podemos hacer nosotros en los ámbitos en los que nos movemos: pueblos, trabajo, familia, persona, sociedad. Sugerimos unas pistas:
Como personas, empezar por nosotros mismos a ser honrados. Necesidad de formarnos como verdaderas personas ciudadanos y cristianos. Recuperar los valores, el respeto, la responsabilidad, la vecindad. Lo comunitario.
En el trabajo, denunciar las injusticias, trabajos indignos. Exigir salarios justos. Dar la cara con gestos, escritos, manifestaciones, crear asociaciones solidarias con el mundo del trabajo.
Como pueblo, agruparnos, asociarnos, salir de nuestras casas y comunicarnos con otros. Participar en la vida del pueblo, estar implicados. Apoyar iniciativas y experiencias que surgen, coordinarnos.
En la familia, educar en valores. Hay otra realidad, hay otros valores. Somos hermanos, estamos para servir a los otros, para ayudar. Cuidar el diálogo y el respeto. Educarnos en el verdadero papel de la familia. Tener espíritu crítico ¿Qué pasa, por qué pasa? ¿Cómo cuidamos el clima de familia? Favorecer escuelas de padres o encuentros de formación. ¡Y algo podemos y debemos hacer!
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