Ha llegado el día de despedir a don Esteban: nuestro último Obispo. Los palentinos siempre hemos sacado a flote, en los momentos importantes, nuestros mejores sentimientos.
En los últimos 20 años, desde 1992 hasta hoy, la diócesis de Palencia ha visto desfilar por la sede de San Antolín cuatro obispos: don Ricardo (1992-1995), don Rafael (1996-2006), don José Ignacio (2006-2009) y ahora don Esteban (2010-2015).
Si nos retrotraemos a los obispos anteriores, caeremos en la cuenta de que, desde 1970 en que llegó don Anastasio (después de 20 años largos de don José Souto Vizoso, 1949-1970) hasta que se fue a misiones el Obispo Nicolás Castellanos (1991), transcurrieron 21 años.
La primera reflexión, al decir adiós a don Esteban, puede ser esta: En los veinte últimos años han pasado por la diócesis palentina el doble de obispos que en la veintena anterior. Es verdad que, en los últimos tiempos, en el mundo todo sucede más rápido. Pero en Palencia hemos tenido obispos que han pasado como meteoros: por ejemplo, don Ignacio Munilla. ¿Por qué? ¿Qué nos ha sucedido? ¿Es la máquina del tiempo que gira últimamente más de prisa?
La segunda reflexión que se me ocurre, es esta otra: Desde los lejanos años de don José Souto, solamente se han jubilado en Palencia dos obispos: él mismo y don Anastasio, a quien “jubiló” su repentino fallecimiento. Todos los demás obispos fueron considerados suficientemente jóvenes como para aceptar nuevas responsabilidades o bien en misiones o en otras diócesis. Este detalle hizo pensar a algunos que Palencia, tal vez, era considerada, en las altas esferas eclesiásticas, como un magnífico puente entre dos orillas. ¿Una diócesis de paso? ¿Una diócesis difícil?
Y vamos con la tercera reflexión: Curas, religiosos y fieles en Palencia hemos sido en líneas generales “gente de buena masa” (al menos desde Santa Teresa para acá). Podemos dar algún disgusto, pero en todas las casas los hay, y en conjunto nuestros curas y fieles son agradecidos y nobles. No hay más que mirarles a la cara. Eso sí, tal vez una miaja serios, callados y poco expresivos. Dicen que lo lleva el ser castellanos.
Nuestra Iglesia diocesana sigue necesitando nuevos y renovados pastores. Una espina tenemos clavada: nuestro seminario sigue cerrado y el clero envejece...
Me gustaría añadir una última reflexión: La Iglesia no debe buscarse a sí misma. Ella no constituye la salvación. La Iglesia trabaja para Cristo. La salvación de Cristo acontece en la Iglesia. Pero ella no la produce. Ella no puede darse la salvación; solo puede regalarla, transmitirla e impartirla. La Iglesia es mediadora, no salvadora.
Este extremo, si por un lado nos da paz, por el otro nos espolea más, ya que también sabemos que el Espíritu de Dios necesita de nosotros como instrumentos necesarios.
Los obispos pasan; las comunidades cristianas ahí siguen. Ellas son la garantía de que la Iglesia continúa viva.
Así que ha llegado el día de tener que decir adiós a don Esteban. Se ha dicho que ha sido trabajador (ha visitado parroquias, pueblos, comunidades religiosas y asociaciones). Es verdad. Ha trabajado mucho y tal vez ha dormido poco. Le agradecemos sus desvelos. Vuelve a su Valencia querida, cerca de su familia. Todos necesitamos cuidados y el calor de los nuestros.
Los palentinos nos sentimos felices, si él también lo está. Le decimos adiós “con el corazón”, y le deseamos, en sus nuevas tareas, todo lo mejor.
Eduardo de la Hera
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