Una serie de situaciones, acontecimientos y debates han puesto de alguna manera sobre el tapete de la opinión pública e incluso de la conversación cotidiana la cuestión de la Vida, así con mayúsculas. Y una pregunta me asalta: ¿No está claro en el siglo XXI que la vida es un valor supremo y como tal toda vida humana debe ser respetada? ¿Se miden por el mismo rasero todas las vidas? ¿Son igual de importantes?
¿Por qué se organiza toda una expedición de más de cincuenta personas, enormemente especializadas, con un coste espectacular para rescatar el espeleólogo español Cecilio y se deja morir a Saah Exco, un niño de diez años, desnudo y desnutrido durante dos meses en las calles de Monrovia?
¿Por qué el caso de la enfermera Teresa, contagiada con el virus del Ébola ha puesto en marcha todo tipo de protocolos, iniciativas y medios mientras en Sierra Leona mueren 120 personas al día y en África han muerto ya más 4000 personas de la misma enfermedad, sin que a nosotros nos importase?
¿Por qué para salvar la vida de un niño con una enfermedad rara nos movilizamos todos y le llevamos a operar a EE.UU, mientras aquí no respetamos adecuadamente los derechos de los miles de no no-nacidos?
¿Por qué nos quedamos de brazos cruzados ante los 1.889 inmigrantes registrados que, según ACNUR han muerto en pateras intentando entrar en Europa este mismo año? ¿Por que hasta que no llegan a las puertas de Europa no nos ha importado una guerra en Siria que ha producido ya 191.000 muertos, muchos civiles? ¿Por qué... por qué?
Parece evidente que la frase de Ortega y Gasset: “el ser humano es el yo y sus circunstancias” también podemos aplicarla aquí. Más que la vida humana en sí nos importan “las circunstancias”: la vida es importante si la tenemos cerca, si es de los nuestros, si afecta a nuestros intereses económicos, turísticos o estratégicos... si no se dan estas circunstancias la vida humana vale menos, tiene menos dignidad, no repercute en nuestra existencia, dejamos pasar cualquier atentado contra ella. ¡Qué pena!
Tirso Castrillo
Artículo publicado en Utopía
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