La alegría
No quería Santa Teresa de Jesús, santos tristes, ni monjas melancólicas. No admitía cristianos pesimistas que todo lo ven mal y difícilmente admiten el optimismo del prójimo. Quería que los cristianos comenzásemos a caminar por el camino de la santidad con espíritu alegre. Pedía a sus monjas que alimentasen en su espíritu las ansias de imitar a los santos y no rehusasen el martirio, si se presentaba la ocasión de dar testimonio de la fe cristiana.
No quería Santa Teresa de Jesús, santos tristes, ni monjas melancólicas. No admitía cristianos pesimistas que todo lo ven mal y difícilmente admiten el optimismo del prójimo. Quería que los cristianos comenzásemos a caminar por el camino de la santidad con espíritu alegre. Pedía a sus monjas que alimentasen en su espíritu las ansias de imitar a los santos y no rehusasen el martirio, si se presentaba la ocasión de dar testimonio de la fe cristiana.
Muy acertado el Papa Francisco, cuando en su Mensaje para el V Centenario del Nacimiento de la Santa de Ávila, pone la palabra alegría como el primer paso por el CAMINO que nos enseña santa Teresa de Jesús. Escribe el Papa: “¿Por qué caminos quiere el Señor llevarnos tras las huellas y de la mano de santa Teresa? Quisiera recordar cuatro que me hacen mucho bien: el camino de la alegría de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo”. Antes de la oración y la fraternidad está la alegría, apoyándose en la bondad y providencia divinas. Y repite la frase de la santa en Camino de Perfección (Cap 8): “Andar alegres sirviendo” y la expresión teresiana “un santo triste es un triste santo”.
Santa Teresa vivía la alegría en tal grado que en sus escritos hay más de quince palabras que significan alegría y paz de espíritu: Bienaventuranza, contento, deleite, felicidad, fiesta, de buena gana, gloria, gozo, gusto, placer, regalo, regocijo, sabor, satisfacción... Palabras que se repiten con frecuencia.
Advierte el Papa que la alegría de santa Teresa era contagiosa. No era una alegría egoísta. Por eso afirma Camino de Perfección (Cap 3): “El gran bien que me perece hay en el reino del cielo es ya no tener cuenta con cosas de la tierra y un alegrarse de que se alegren todos”.
Ella misma advierte que los grandes dolores de sus enfermedades, tan duraderas algunas, eran motivo para alegrarse mirando a la cruz y pensando en el Resucitado. Acude al ejemplo de una buena esposa que está siempre al lado del esposo, en la salud, en los trabajos y en las enfermedades. ¿Nos alegramos con la alegría de los demás? ¿Nos alegran los éxitos del prójimo?
Germán García Ferreras
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