El Día de la Iglesia Diocesana pretende crear conciencia entre los católicos de que pertenecemos a la Iglesia particular de Palencia y nos anima, como dice el lema de este año a “participar en tu parroquia”, pues hacerlo “es una declaración de principios”.
Cuando hablamos de “participar en la parroquia”, y más en este Día de la Iglesia Diocesana, podemos pensar solo en la ayuda económica. Y aunque esto es importante, hay más formas. Todos podemos poner a disposición de los demás nuestros carismas mejores.
Podemos hacernos voluntarios de la parroquia. Catequistas, animadores de jóvenes o ayudar en el mantenimiento del templo son esenciales para el funcionamiento. También podemos hablar a otros de las actividades de la parroquia. La mejor forma de llegar a todos, y de comunicar la fe, es transmitirla boca a boca, en nuestro trabajo, con nuestros amigos. De esta forma, esa parroquia que a muchos les puede parecer lejana, distanciada, se presenta como lo que es: una realidad cercana y que dinamiza toda la actividad social y cultural de nuestros pueblos. En definitiva, todos somos necesarios en la parroquia.
La parroquia también es fuente del bien espiritual. El mensaje de Jesús es necesario para nosotros, no sabríamos vivir sin su Él... y también puede llegar a ser esencial para el prójimo. Él necesita de Jesús, tiene que conocerlo. Es nuestra labor como cristianos, llevar el mensaje al otro para que ame, para que lo conozca, para que sea feliz.
Asimismo, simplemente educando a nuestros hijos, llevándolos a la Eucaristía y explicándoles lo que allí acontece es “participar en la parroquia”, hacer más Iglesia. La parroquia nos acompaña en los momentos más importantes de nuestra vida, en la mayoría de las ocasiones en los instantes más felices, pero también en los que necesitamos apoyo, en los momentos tristes, Nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte y nos hace mejores, más felices, es nuestra casa, el lugar de los encuentros vitales, aquellos que nos construyen. ¿No queremos que eso también lo viva el prójimo? Digámoslo.
Y además, la parroquia necesita continuar con su labor, y para ello es necesario que todos nosotros, responsables de su mantenimiento, la sintamos como nuestra también en sus gastos. Desde Cáritas a las diversas actividades pastorales, pasando por los gastos corrientes que hay en cualquier vivienda, la parroquia nos necesita.
El sentido de pertenencia a la Iglesia debe llevarnos a todos a implicarnos más en las tareas pastorales, pero, la Iglesia necesita, también, de nuestra colaboración económica. Las aportaciones voluntarias de los católicos es la parte más importante del sostenimiento económico de la Iglesia. La mejor forma de colaborar es con una aportación periódica personal o familiar, abonada por domiciliación bancaria. La cuantía dependerá de la situación económica familiar y de la generosidad de sus miembros.
Cinco tentaciones a evitar
Palabras del Papa Francisco en su discurso en el final del Sínodo de la Familia. 18 de octubre de 2014:
Palabras del Papa Francisco en su discurso en el final del Sínodo de la Familia. 18 de octubre de 2014:
- La tentación del endurecimiento hostil, esto es el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos todavía aprender y alcanzar. Es la tentación de los celantes, de los escrupulosos, de los apresurados, de los así llamados “tradicionalistas” y también de los intelectualistas.
- La tentación del “buenismo” destructivo, que a nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin primero curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causa y las raíces. Es la tentación de los “buenistas”, de los temerosos y también de los así llamados “progresistas y liberalistas”.
- La tentacion de transformar la piedra en pan para romper el largo ayuno, pesado y doloroso (Cf. Lc 4, 1-4) y también de transformar el pan en piedra, y tirársela contra los pecadores, los débiles y los enfermos (Cf. Jn 8, 7) es de transformarlo en “fardos insoportables” (Lc 10, 27).
- La tentación de descender de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en vez de purificarlo e inclinarlo al Espíritu de Dios.
- La tentación de descuidar el “depositum fidei”, considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando ¡una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada!
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