Convocado por Cáritas, FACIAM (Federación de Asociaciones de Centros para la Integración y Ayuda a Marginados), fePsh (Federación de Entidades de Apoyo a las Personas sin hogar), XAPSLL (Xarxa d´Atenció a Persones sense llar) y BesteBi (Plataforma por la inclusión residencial y a favor de personas sin hogar de Bizkaia), el pasado 30 de noviembre celebramos el DÍA DE LAS PERSONAS SIN HOGAR que este año ha llevado por lema “POR UNA VIVIENDA DIGNA Y ADECUADA. NADIE SIN HOGAR”.
Estas entidades han querido denunciar que la «situación de emergencia residencial» que se vive en España y añaden que «no se trata de una afirmación alarmista, sino de una constatación que ponen de manifiesto los datos». Así, mientras fePsh indica que más de 30.000 personas viven en nuestro país sin hogar y sin techo, el VII Informe FOESSA señala que en 2013 un 3,3% de personas en España viven en situación de hacinamiento. Y, según datos de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, entre enero y julio de 2013 se produjeron en España 35.908 desahucios; y el 83% de los afectados afirman no tener otra vivienda, ni de propiedad, ni de alquiler, en la que alojarse.
Nos recuerdan que «toda persona tiene derecho a una vivienda digna y adecuada». Este derecho se incumple gravemente en las personas y familias que no tienen techo o, aún teniéndolo, no disfrutan de una vivienda digna, adecuada, en paz y en un entorno habitable y sustentable. En las que se ven empujadas a vivir sin techo, en espacios públicos o pernoctando en algún centro de emergencia y de carácter temporal. O en las que no tiene otro remedio que seguir viviendo en una recinto inadecuado, ya sea una chabola o en una vivienda masificada.
Nos animan a «aprehender que no hay derechos para nosotros y “sobras” para las personas que están en situación de sin hogar». Y nos recuerdan que «somos todos seres humanos y, por tanto, titulares de derechos. Y todas las personas son igual de prioritarias en la garantía de sus derechos por parte de las Administraciones públicas».
Yo tenía una casa... y fui feliz mientras viví en ella. Mi casa fue siempre mi lugar de referencia, donde me sentía seguro, acompañado y podía ser yo mismo, allí me sentía persona y formaba parte de la sociedad.
Luego la vida se complicó, empezaron a aparecer los problemas, todos encadenados, algunos por responsabilidad mía y otros iban surgiendo por el contexto en el que me hallaba y las relaciones que iba consolidando con personas que no me convenían. En muy poco tiempo me encontré solo, sin recursos en los que poder apoyarme, ayudarme y que me acompañasen.
Todo mi mundo y mi vida se vinieron abajo cuando me vi fuera de mi casa, en la calle. Es en ese momento cuando eres consciente y te das cuenta de lo que pierdes y lo que significa tener una casa, un hogar.
Cuando llegas a la calle es porque no tienes un apoyo; porque los que tenías no te readmiten. Sientes ansiedad, frustración, la autoestima baja, y ante todo, soledad; mucha soledad. Cuando llegas a la calle caminas mucho, terminas con los pies destrozados; no puedes realizarte curas o tener la higiene que querrías, llegando a ser tu única preocupación el no caer enfermo. Cuando llegas a la calle y ves a otras personas con sus hijos y su familia, tiendes a comparar con lo que tenías antes, siendo inevitable el sentimiento de pérdidas y desprotección. Cuando llegas a la calle el aspecto psicológico hace que estés al límite; no tienes comida, no descansas, sientes miedo a robos o agresiones... tardas en darte cuenta de que has tocado fondo, que vives en una fragilidad constante.
Volver a la familia es difícil cuando estás en situación de calle, sientes la pérdida de su amor, que nada te sostiene, que no tienes eso que llaman “red social” que te apoye y no te deje caer.
La sociedad nos convierte en “no seres humanos”. Se comportan así porque no comprenden; huyen, tienden a abandonarte. Algunos te llegan incluso a decir “te lo has ganado a pulso”. No han de tener ese egoísmo, esa autodefensa de su alrededor, ese miedo... somos personas; un día tuvimos nuestra casa, nuestro trabajo, nuestra familia... como el resto; nadie está exento de poder pasar por esto. Un problema de salud, una depresión... te puede llevar a la calle. No elegimos vivir en la calle, sin derechos.
Como queremos ser uno más, queremos que se nos escuche; tener una casa no se trata de un privilegio, es un derecho a todas luces. Tener acceso a ella no debería ser algo que nos tuviésemos que ganar, sino algo que esta sociedad no se puede permitir.
Tener un sitio donde volver, donde alguien pueda estar esperándonos, donde poder sentarnos cómodamente; un lugar en el que tengamos una mesa para comer, una ducha que utilizar, una cama para dormir... en definitiva, un hogar al que llegar, y en el que poder estar. ¿Acaso es esto pedir demasiado?
Somos muchos los que llevamos viajando durante mucho tiempo a ninguna parte. No hay conciencia del cansancio físico y mental que eso supone... por ello es tan importante tener un destino. Siempre hay un destino al que las personas llegan. ¿Qué hay del nuestro? ¿Dónde está ese descanso y esa seguridad necesarios?
“Tu casa puede sustituir al mundo; el mundo jamás sustituirá a tu casa” (Proverbio alemán)
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