miércoles, 4 de julio de 2012

Adiós a un buen sacerdote

El 2 de junio fue enterrado en su pueblo natal de Boadilla del Camino, el sacerdote Don Carlos Mediavilla Vallejo. Días antes, yo lo había visitado en el Hospital Río Carrión de la ciudad de Palencia y el pronóstico que daban los médicos presagiaba ya su cercana muerte. Cuando ésta ocurrió, yo me encontraba unos días fuera de Palencia, por razones familiares inexcusables, por lo que no pude ir a su funeral. Me sustituyó mi Vicario General, Don Antonio Gómez Cantero. Acudieron muchos sacerdotes, deseosos de dar su último adiós a un compañero amado y respetado, y una gran cantidad de feligreses de los pueblos de Villaumbrales y Cascón de la Nava, donde había pasado los últimos veintitrés años de su vida, atendiéndoles espiritualmente como cura párroco.

Deseoso de compartir el dolor de la separación de su querido párroco con los fieles de ambos pueblos, organizamos sendas misas de acción de gracias por la labor realizada por Don Carlos, tanto en Cascón como en Villaumbrales. Fue allí donde comprendí, en los rostros emocionados de los vecinos de ambas localidades, que acudieron en masa a las parroquias, la gratitud de aquellas personas hacia quien había sido durante tantos años su párroco y amigo. Y fue allí donde descubrí, en la conversación con aquellas gentes, la altura espiritual de aquel hombre de Dios, al que dábamos la despedida de la Iglesia militante, poniéndole en las manos de Dios, para que le agregase a la Iglesia triunfante, en el reino de los cielos.

Al terminar la misa funeral en el pueblo de Villaumbrales, una mujer me pidió permiso para leer unas cuartillas en recuerdo de su párroco. Lógicamente concedí gustoso el permiso para hacerlo y, al escuchar sus palabras vi retratada la imagen de lo que la vida y ministerio de Don Carlos había supuesto para aquellas nobles gentes, durante los largos años pasados en su compañía.

Al terminar la lectura, me comprometí a hacer pública, a través de los medios de comunicación social, la nota que había leído, a fin de que los católicos palentinos conociesen, en el testimonio de una feligresa, a un buen sacerdote que pasó entre nosotros sin hacer ruido y haciendo el bien a todos. He aquí el texto íntegro de la comunicación:

PALABRAS DESDE EL ALMA

Sí, palabras de un alma emocionada, agradecida en esta fe tan profunda que él, Don Carlos, nos ha dejado como herencia.

Gracias, Señor, por Don Carlos, auténtico sacerdote y nuestro párroco durante estos últimos 23 años. Él ha sido un precioso regalo de tu parte, Señor. Gracias, Señor, por este regalo que tantas veces no hemos sabido apreciar, valorar, desgastándose en una entrega incondicional y fidelísima en el día a día. Entrega encomiable en cada misa diaria con la que hemos sido unos privilegiados, en las catequesis con los niños, en sus homilías, en la atención a los enfermos. Gracias por su escucha, su silencio, su respeto y sus palabras de consejo, ánimo y consuelo. Gracias porque ha sido un gran defensor de la Verdad con mayúscula, una Verdad de la que se ha empapado en tantos ratos de oración a lo largo de su vida, en ese trato con Jesús con Quien ya se ha encontrado y le ha dado un abrazo de Padre.

La vida de Don Carlos, como sacerdote, perteneció totalmente a Cristo, en Quien tenía anclada y fundamentada su existencia. Gran testigo, gran mensajero de Jesús de Nazaret, de su evangelio. Muchas veces decía: “Sé de quién me he fiado”, y lo decía con un enorme convencimiento y una enorme fuerza.
A los 71 años de edad, su muerte es, ante todo, la plenitud de su entrega al Señor. Muerte que no le ha pillado por sorpresa y para la que ha ido preparando las maletas -así hablaba él- de manera especial a lo largo de estos últimos meses con su enfermedad, que prefirió llevar en solitario, para no preocuparnos a los que estábamos cerca de él.

Para terminar, gracias a todos los sacerdotes y a otras personas que le habéis visitado durante estos días en el hospital, llevándole la esperanza en Cristo resucitado. Gracias también a su familia, que con tanto cariño le ha acompañado y cuidado en su enfermedad.

Quiero que sepas... que siempre estarás en nuestro recuerdo y en nuestra oración y en nuestro corazón. Gracias por todo, Don Carlos. Hasta pronto.

Mientras le dábamos el último adiós, cantando una de sus canciones preferidas, Cerca de ti, Señor, quiero morar, recordé, emocionado yo también, aquellas palabras del concilio Vaticano II que describen lo que debe ser la vida y misión de un buen sacerdote y que parecían estar de acuerdo con lo que sus feligreses me dijeron de Don Carlos Mediavilla: «Los presbíteros del Nuevo Testamento, por su vocación y por su ordenación, son segregados en cierta manera en el seno del pueblo de Dios, no de forma que se separen de él, ni de hombre alguno, sino a fin de que se consagren totalmente a la obra para la que el Señor los llama. No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de otra vida distinta de la terrena, pero tampoco podrían servir a los hombres, si permanecieran extraños a su vida y a su condición. Su mismo ministerio les exige de una forma especial que no se conformen a este mundo; pero, al mismo tiempo, requiere que vivan en este mundo entre los hombres, y, como buenos pastores, conozcan a sus ovejas, y busquen incluso atraer a las que no pertenecen todavía a este redil, para que también ellas oigan la voz de Cristo y se forme un solo rebaño y un solo Pastor. Mucho ayudan para conseguir esto las virtudes que con razón se aprecian en el trato social, como son la bondad de corazón, la sinceridad, la fortaleza de alma y la constancia, la asidua preocupación de la justicia, la urbanidad y otras cualidades que recomienda el apóstol Pablo cuando escribe: “Pensad en cuanto hay de verdadero, de puro, de justo, de santo, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza” (Fil. 4,8)».

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Hacemos memoria también del resto de sacerdotes fallecidos durante el curso 2011-2012: D. Felix Cuadros García (9 de mayo de 2012), D. Mariano Fraile Hijosa (1 de noviembre de 2011), D. Santiago Otorel Simón (5 de octubre de 2011), D. Jaime Andrés de Celis (25 de febrero de 2012), D. José Mª San Miguel García (14 de abril de 2012), D. Herminio-Fidel Llama Estalayo (07 de junio de 2012) y D. Anselmo Maté Rodríguez (27 de diciembre de 2011). Descansen en la Paz del Señor.

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