Son innumerables los sermones de San Juan de Ávila y las pláticas pronunciadas en tiempo de Cuaresma. Sermones y pláticas cargadas de interrogantes y a la vez con ejemplos maravillosos. Interrogantes que están exigiendo una respuesta valiente y sincera.
Porque San Juan de Ávila predicaba buscando la conversión de su público. Pasaba horas y horas confesando hasta conseguir el verdadero arrepentimiento con el más firme propósito de enmienda.
San Juan de Ávila multiplicaba los ejemplos para conseguir que su auditorio llegase al conocimiento de la voluntad de Dios y... así cumplirla fielmente.
En uno de sus sermones de Cuaresma nos habla de un galgo. Dice así: “¡Oh! Mal galgo, que siguió a la liebre por el llano, y porque se le entró por unas espinas deja la liebre y vuélvese sin ella. De esa manera seguís a Jesucristo. Seguís sus pisadas por llano; amáis sus misericordias, os holgáis con los consuelo; y porque se os mete por las espinas, dejáis a Jesucristo; porque os pone una tribulación, porque se os esconde para conocer quién sois sin Él, decis luego: háseme escondido, ya no me quiere, ya no me consuela”.
“No así, no. Entrá, buen galgo, en la zarza, que luego sacaréis la liebre. Entrá sin temor, entrá en las espinas que allí encontraréis al Señor”.
San Juan de la Cruz, en su lema-respuesta al Cristo que le habló, usa estas palabras: “Padecer y ser despreciado por Vos”. Era el premio que quería el místico carmelita. Era el grito gozoso de santa Teresa de Jesús: “Padecer o morir”.
Ha sido la respuesta brillante de todos los mártires al confesar su fe cristiana. San Juan de Ávila seguirá diciendo: “entra en los trabajos, entra en vencer la carne, en desechar al demonio”.
“Si vienes tras mí, ven sin ti. No pienses en ti; haz cuenta que no eres”.
Germán García Ferreras
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