11 de marzo. III Domingo de Cuaresma
- Éx 20, 1-17. La Ley se dio
por medio de Moisés.
- Sal 18. Señor, tú
tienes palabras de vida eterna.
- 1Cor 1, 22-25. Predicamos a
Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero, para los llamados,
sabiduría de Dios.
- Jn 2, 13-25. Destruid este
templo, y en tres días lo levantaré.
Entramos
con este domingo tercero en la segunda fase de la Cuaresma. Las
tentaciones y el relato de la transfiguración pertenecen a la primera y son
comunes a los tres ciclos litúrgicos. La segunda tiene evangelios propios para
cada uno de los tres domingos; hoy, el evangelista san Juan, nos presenta un
gesto provocativo de Jesús: “expulsar del templo a vendedores y cambistas”;
¿Por qué su reacción? Han cambiado su finalidad espiritual para convertirla en
un mercado: “No convirtáis la casa de mi Padre en un mercado”. Así denunciaba
toda forma de comercialización de la religión. Y este es un pecado difícil de
extirpar, buscamos más lo que nos conviene que la voluntad del Padre.
Los
dirigentes judíos le salieron al paso y le preguntaron: “¿Qué señal nos das
para actuar así?”. “Destruid este templo -replica Jesús- y en tres días lo
levantaré”. Y el evangelista añade: “pero el templo del que él hablaba era su
cuerpo”. Si provocativo fue el gesto, más lo son estas palabras. El templo
antiguo construido de piedra y madera, era sustituido por el nuevo: Jesús es el
nuevo templo, el lugar, la persona, del encuentro del hombre y Dios. La
afirmación sólo fue comprendida por los discípulos a la luz de la Pascua, de la
Resurrección “los discípulos recordaron lo que había dicho y creyeron en las
palabras que él había pronunciado”.
“Jesús es el lugar, la persona del
encuentro del hombre y Dios. Y en él los creyentes nos convertimos en templos
vivos de su presencia en el mundo”. Y ahora en la Cuaresma podemos pensar:
¿Vivimos conforme a esa dignidad? ¿Respetamos la dignidad de cada persona y la
promovemos?
José González Rabanal
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