25 de marzo. V Domingo de Cuaresma
- Jer 31, 31-34. Haré una
alianza nueva y no recordaré sus pecados.
- Sal 50. Oh Dios, crea en
mí un corazón puro.
- Heb
5, 7-9. Aprendió a obedecer y se ha convertido en autor de
salvación eterna.
- Jn
12, 20-33. Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da
mucho fruto.
Estamos
llegando al desenlace final de la Cuaresma, el próximo será ya Domingo de
Ramos, iniciando la
Semana Santa. El evangelio de San Juan sigue con su pedagogía
de preparar a los cristianos para la celebración de la Pascua. Y nos descubre
el corazón de Cristo, sus sentimientos ante la muerte próxima, y nos invita
además a aprender y vivir esos mismos sentimientos. El episodio narrado hoy se
desarrolla en las vísperas de la Pascua judía -“con ocasión de la fiesta”-:
unos griegos, en parte turistas y en parte peregrinos, han oído hablar de Jesús
y manifiestan su interés por encontrarse con él.
Sin
saludo protocolario, “Jesús dijo”, la respuesta no va dirigida sólo a los
griegos, es para judíos y griegos, para los hombres de entonces y de siempre:
“Ha llegado la -HORA-
en que el Hijo del hombre sea glorificado”; no es un tiempo puntual, es la
culminación de un proyecto que comenzó en la encarnación y que ahora llega a su
plenitud: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero
si muere, da mucho fruto”. Así explica Jesús su misión, la mejor forma de
engendrar vida es entregándola con amor hasta las últimas consecuencias. Pasa
por la cruz pero se transforma en vida en la resurrección. Jesús
nos invita a acompañarlo, “el que quiera servirme, que me siga”, en este camino
de entrega sin límites, dejando a un lado los cálculos egoístas... “el que se
ama a sí mismo se pierde”.
“La mejor forma de engendrar vida es
entregándola con amor hasta las últimas consecuencias; pasa por la cruz se
transforma en vida en la resurrección”. ¿Estamos dispuestos a empeñar la vida
por la causa de Jesús?
José González Rabanal
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