Con motivo de la solemnidad de San José, se nos pide, a los que estamos a punto de terminar nuestra etapa de formación en el Seminario, que escribamos un pequeño artículo para Iglesia en Palencia. Para Diego y para mí éste es nuestro último año como seminaristas, y queremos que estas líneas sean, sobre todo, un canto de agradecimiento a nuestro buen Dios y de reconocimiento a la buena labor del Seminario.
Tenemos aún cercana la JMJ celebrada en Madrid el pasado mes de agosto. Me gusta recordar con frecuencia los momentos vividos y releer los mensajes de Benedicto XVI. En la Catedral de la Almudena, el Papa nos dirigió una preciosa homilía a los seminaristas, en la que nos recordaba las claves de lo que debe ser la vida del Seminario: “años de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia”.
Años de silencio interior, vividos con profunda alegría, pidiendo al Señor que nos despoje de todo deseo mundano. Nos dijo el Papa: “apoyados en su amor, no os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia”.
Años de permanente oración: en la Misa diaria, en la adoración eucarística... Dedicados a estar con Jesucristo, con nuestros ojos fijos en Él, y a aprender de su Corazón manso y humilde de Buen Pastor. De esta manera, como por “contagio”, nos vamos identificando “cada vez más con Aquel que se ha hecho por nosotros siervo, sacerdote y víctima”. Y es que, todos lo sabemos por experiencia propia, sólo una vida que esté enraizada hondamente en Cristo será capaz de atraer con fuerza a quienes de veras buscan a Dios.
Años de constante estudio, para conocer la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia y poder así dar razón de nuestra fe y saber responder a nuestras propias preguntas e inquietudes y a las de los demás. Y años para conocer nuestra querida Iglesia, también desde la acción y el apostolado que cada año se nos ha ido encomendando, en parroquias y movimientos de nuestra Diócesis de Palencia.
Los diáconos tenemos ya muy próxima la meta santa del sacerdocio, y queremos en este momento dar gracias a Dios por el don de la vocación, por esa muestra de predilección que el Señor tiene con nosotros y por todos estos años que hemos vivido en el Seminario. Asimismo, deseamos dar también gracias a Dios por todas las personas que ha puesto en nuestros caminos: nuestras familias, la Escuela de monaguillos Juan Pablo II, las Auxiliares Parroquiales, las parroquias donde nos han enviado... y muy especialmente en este año por los rectores, directores espirituales y profesores que han puesto lo mejor de sus vidas para nuestra mejor formación. Dios les bendiga.
Por último, recuerden que nosotros terminamos nuestra formación en el Seminario, pero comenzamos la vida sacerdotal... Sigan rezando por nosotros. Y encomendad también a Abel y René y a todos los que Dios quiera que comiencen el próximo curso en el Seminario. Gracias.
Isaac J. Gento
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