18 de marzo - IV Domingo de Cuaresma «Lætare»
- 2Crón 36, 14-16.
19-23. La ira y la misericordia del Señor se manifiestan
en la deportación y en la liberación del pueblo.
- Sal 136. Que se me
pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
- Ef 2, 4-10. Estando
muertos por los pecados, nos has hecho vivir con Cristo.
- Jn
3, 14-21. Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se
salve por él.
Seguimos
en el tiempo de Cuaresma, que nos prepara a celebrar el Misterio Pascual, la
Muerte y Resurrección de Cristo. Pero no como un acontecimiento del pasado,
sino como un misterio que nos afecta a todos y cada uno de nosotros. Este
domingo lo hace con el final del diálogo de Jesús con Nicodemo; un hombre
principal entre los judíos, y de la secta de los fariseos, conocedor se supone
de la Escritura, pero que no comprende la Vida Nueva, que nace del Bautismo: “nacer de
nuevo”, “nacer del agua y del Espíritu”. Y Jesús en el diálogo, ahora monólogo,
le expone el hecho salvador, el fundamento y el significado para el hombre.
Para
que esa vida nueva -eterna- sea posible el “Hijo del hombre tiene que ser
levantado en alto como Moisés elevó la serpiente en el desierto”. Aludiendo sin
duda a la Cruz, que no es derrota, sino victoria, fuente de vida para cuantos
creen en él. Pero ¿cómo justificar estas afirmaciones incomprensibles para
cualquiera, para los judíos blasfemia, para los griegos escándalo y locura?
Solo hay una explicación: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo”... el
amor infinito que Dios nos tiene. Frente a una imagen negativa de Dios que a
veces nos hemos forjado en nuestro interior, nos recuerda el evangelista que
los designios de Dios sobre nosotros, sobre el mundo, no son de temor, sino designios
de amor y paz, “Dios no envió su Hijo al mundo para condenarle, sino para
salvarle por medio de él”.
“Los designios de Dios sobre nosotros,
sobre el mundo, no son de temor, sino designios de amor y bondad”. ¿Los gozos y
esperanzas, las tristezas y angustias, sobre todo de los más pobres, son
también nuestros gozos y esperanzas?
José González Rabanal
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