«El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates, quitándole la visera, que ya estaba hecha pedazos, de los palos, le limpió el rostro que lo tenía cubierto de polvo; y apenas le hubo limpiado, cuando le conoció y le dijo: señor Quijano -que así se debía de llamar cuando él tenía juicio, y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante- ¿quién ha puesto a vuestra merced de esta suerte? Pero él, seguía con su romance a cuanto le preguntaba. Viendo esto el buen hombre, lo mejor que pudo le quitó el peto y espaldar, para ver si tenía alguna herida; pero no vió sangre ni señal alguna. Procuró levantarle del suelo, y no con poco trabajo le subió sobre su jumento, por parecerle caballería más sosegada. Recogió las armas hasta las astillas de la lanza, y liolas sobre Rocinante, al cual tomó de la rienda, y del cabestro al asno, y se encaminó hacia su pueblo».
No es difícil encontrar en este pasaje del Capítulo V de El Quijote el eco de la Parábola del Buen Samaritano, de la misericordia con el prójimo... de la intención de Alonso Quijano, al cambiar su nombre y ser nombrado caballero en el Capítulo III... «para poder como se debe ir por todas las cuatro partes del mundo buscando las aventuras en pro de los menesterosos»... de “ir por todo el mundo haciendo el bien a todos”.
En la vigencia de este número de Iglesia en Palencia celebraremos el IV Centenario de su fallecimiento. El fallecimiento de un hombre que en la portada de El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha, dirigida al Duque de Bejar en 1605, incluyó un lema en latín que dice: «Spero lucem post tenebras» ... espero la luz tras las tinieblas, espero el Reino después del exilio. Pero el Reino empieza en este mundo... «partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora» (Isaías, 58, 7-8). En toda la Biblia gravita la esperanza y en todo el Quijote gravita la esperanza, que es confianza.
Así que sigamos confiando y esperando. Y saliendo al camino buscando aventuras en pro de los menesterosos.
PD: Otra frase de D. Miguel: «Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas».
Domingo Pérez
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