Cuando hablamos de “ascensión”, conforme a lo relatado en Lc. 24, 50-53 y en Hch. 1, 9-11, imaginamos a Jesús, ya muerto y resucitado, elevándose hacia el cielo (en el plano físico) mientras los discípulos lo miran desde abajo.
Lo primero que hemos de decir es que esta representación tan gráfica es sólo eso, una representación, y que la “exaltación” de Jesús ha de contemplarse como una “elevación de categoría”, un “cambio de estado”: Jesucristo, después de pasar por nuestro mundo, de asumir nuestros condicionantes de espacio-tiempo, de entregarse por amor, “vuelve al Padre”, es decir, recupera su condición de Dios. En una palabra, la ascensión es la “toma de poder”, el restablecimiento del orden de Dios, ante una situación injusta: la muerte de su Hijo, un inocente.
Pero es que además, ese sí de Dios al “Crucificado”, es un sí a todas las personas que asumen el sacrificio de Jesús en sus vidas, que otorgan a los otros su existencia... aun a riesgo de “perderla”. A todos ellos, creyentes explícitos o no, Dios Padre les concede la razón, el poder, el aliento. Él es “Señor de vivos y muertos”, judíos o no, y la resurrección convierte el mensaje de Jesús en “católico”, universal.
A partir de la “exaltación” de Cristo, la muerte no tiene poder, no posee la última palabra. Hablamos de una muerte “teológica”, no biológica (a la cual todos estamos sometidos por nuestra naturaleza y sin excepción). La Biblia habla de “muertos en vida”, de personas con corazón mezquino y reducido, cuyo egoísmo los incapacita para amar; hay muchas maneras de matar el “espíritu humano”, algunas estructuras de nuestro mundo se empeñan en ello.
El bautismo nos recuerda que Dios es Dios, que el mal no vence por siempre, que a pesar de nuestra inclinación al pecado, contamos, también por nuestra naturaleza, con la “inocencia original”. Y esa inclinación al bien no sólo nos es propia (el Creador nos crea con ella), sino que es la única capaz de “ensalzarnos”, de elevarnos, de “exaltar nuestro espíritu”... por el camino del amor. Al igual que ocurrió con Jesús.
Profesores de Religión de la Diócesis
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