Sabemos que el engranaje es lento. La Iglesia va despacio. La maquinaria a veces se oxida; otras, no da más de sí. Todo es complejo. Aunar hilos para buscar un obispo idóneo (y tal vez para “colocar” a otros) lleva su tiempo. Hay momentos en que a las nunciaturas se les deben acumular papeles. ¿O el problema no está en las nunciaturas? En todo caso, no debe ser fácil elegir, proponer, nombrar obispos. Sobre todo, algunos.
A Palencia llegan rumores de que los responsables de la cosa están afinando el dedo a la hora de señalar candidatos. Mejor así.
¿Han pedido opinión, parecer, perfiles sobre candidatos? Seguramente, sí. Lo habrán hecho, como es tradicional, por carta y en sobre cerrado. Así vienen haciéndose estas cosas. En todo caso, si bueno es no precipitarse, óptimo es no eternizarse. Palencia merece solicitud y prontitud. Somos una Iglesia poco populosa, sana y cristiana. Digna de toda confianza. Una diócesis con poca suerte y buena gente...
¿Una diócesis de paso? Es lo que parece, a juzgar por los últimos nombramientos. De paso en esta vida estamos todos; pero ciertas instituciones, como nuestra Iglesia, necesitan un poco más de continuidad, confianza y perseverancia...
A veces, en los corrillos comentamos con humor (Dios nos conserve el buen humor) que las diócesis también funcionan sin dirigentes. Si los dirigentes nos dan sustos, es comprensible que no se les eche demasiado en falta. Pero ellos no están para asustar a nadie, y tampoco desean que se les vea así. Ellos vienen a sembrar esperanza.
Estamos necesitados de obispos que siembren esperanza y deseos de seguir trabajando en la viña del evangelio. Un obispo, hoy, con ayudar a sostener la esperanza del buen sembrador ya haría una gran labor pastoral, dado que el clima espiritual, como ocurre con el otro clima, anda muy cambiado.
Hemos trabajado últimamente el documento del Papa Francisco, “La alegría del Evangelio”. Los buenos misioneros desean mantener joven el espíritu del buen sembrador. No es fácil en este tiempo. El sembrador, hoy, tiene que trabajar en condiciones climatológicas duras: la tierra está seca, el ánimo decae, los brazos se cansan. Necesitamos obispos que nos ayuden a mantener altos los brazos de la siembra -igual que a Moisés en el Sinaí- y nos animen, sobre todo cuando aparecen nieblas, heladas y nevadas, que de todo tenemos aquí. Necesitamos obispos que no nos riñan y nos acojan como somos. Obispos que nos corrijan, sí, pero también nos confirmen en tantas buenas experiencias e ilusiones como tenemos ya probadas.
En el himno de Laudes, dedicado a la memoria de los santos pastores, que rezamos con la Liturgia de las horas, se nos dice: «Él fue pastor y forma del rebaño, / luz para el ciego, báculo del pobre / padre común, presencia providente / todo de todos».
Ser “pastor y forma del rebaño” podría traducirse así: lo de “pastor” tiene que ver con lo de guiar sabiamente al pueblo de Dios. Y lo de “ser forma del rebaño” me parece que tiene algo que ver con “animar y ser modelo para la familia diocesana”.
Necesitamos ser animados, ilusionados y acompañados. No es esta una hora fácil para la Iglesia de Jesús en España. Tampoco, lo es para la diócesis de Palencia. Pero deseamos que se nos ayude para que la semilla vaya dirigida al centro del surco, que es donde debe sembrarse, y no tengamos que lamentar que el viento, los pájaros de mal agüero y la desidia compartida trasporten la semilla solo Dios sabe a qué rincones oscuros, estériles e improductivos.
Mientras tanto, seguimos esperando al nuevo Obispo de Palencia.
Eduardo de la Hera
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