miércoles, 22 de julio de 2015

La Puerta

Todos sabemos lo que es una puerta. Y recordamos como Jesús le dio a san Pedro las llaves de la Iglesia. En la Iglesia hay puertas y todas las Iglesias-Parroquias tienen sus puertas. El mismo Papa en su Bula para convocar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, el III Domingo de Adviento, nos dice: “El domingo se abrirá la Puerta Santa en la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán. Sucesivamente se abrirá la Puerta Santa de las otras Basílicas”.

En la liturgia de la Iglesia Católica, más de una vez tiene una presencia especial la puerta principal de la Iglesia-Parroquia, y se emocionan los feligreses cuando se golpea con la Cruz para que se abra.

Santa Teresa nos habla de una puerta que no es de madera, ni tiene figuras y adornos. En las Primeras Moradas (Cap. I), nos dice: “Que si bien consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice Él tiene sus deleites”. Y antes había afirmado: “Es nuestra alma como un castillo todo de un diamante y muy claro cristal, a donde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. En el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es donde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma”.

Advierte la Santa que es un gran disparate ignorar la grandeza de nuestra alma y que no sepamos del amor que Dios nos tiene hasta querer estar en lo más íntimo de nuestro ser, en el castillo interior. Se queja porque pasamos más tiempo alrededor del castillo, entretenidos con las sabandijas y bestias -nuestros caprichos y egoísmos- que en abrir la puerta del castillo, para hablar con Dios y llenarnos de la riqueza espiritual.

También en las Primeras Moradas, escribe: “Y si estas almas no procuran entender y remediar su gran miseria, se quedan hechas estatuas de sal. Porque a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración; no digo que sea más mental que vocal, que como sea oración ha de ser consideración”. Y antes, había dicho: “Decíame poco ha un gran letrado que son las almas que no tienen oración son como un cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos no los puede mandar”.


Germán García Ferreras

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