«Nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los hijos son de casa; ninguno está excluido. Si uno tiene una dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo apoyan; su dolor es de todos. ¿No debería ser así también en la sociedad? Y, sin embargo, nuestras relaciones sociales o el juego político, muchas veces se basan en la confrontación, en el descarte. Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolida si soy capaz de vencer al otro, de imponerme. ¿Es ser familia eso?».
La gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad son las tres claves de la convivencia ciudadana, y provienen de la vida familiar.
Así lo afirmó el Papa Francisco el pasado 7 de julio al encontrarse con representantes de la sociedad civil ecuatoriana en la iglesia de San Francisco, en Quito.
«En las familias, todos contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven», afirmó el Papa. Y planteó: «¿No debería ser así también en la sociedad?».
«Sin embargo -constató- nuestras relaciones sociales o el juego político, muchas veces se basa en la confrontación, en el descarte».
«Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso es ser familia! -exclamó- si pudiéramos ver al oponente político, al vecino de casa con los mismos ojos que a los hijos, esposas o esposos, padres o madres...».
El Papa Francisco planteó: «¿Amamos nuestra sociedad? ¿O sigue siendo algo lejano, anónimo que no nos compromete?», e invitó a amarla, y «¡en las obras más que en las palabras! En cada persona, en lo concreto, en la vida que compartimos».
Tomando el ámbito familiar como inspiración del social, destacó que en el hogar «las personas reciben los valores fundamentales del amor, la fraternidad y el respeto mutuo, que se traducen en valores sociales esenciales: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad».
La gratuidad
Respecto a la gratuidad, el Papa señaló que «para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su propia índole, son igual de queribles» y el amor de los padres ayuda al hijo a salir de su egoísmo para que aprenda a convivir con los demás, a ceder, para abrirse al otro.
«En el ámbito social esto supone asumir que la gratuidad no es complemento sino requisito necesario para la justicia -afirmó-. Lo que somos y tenemos nos ha sido confiado para ponerlo al servicio de los demás -gratis lo recibimos, gratis lo damos-, nuestra tarea consiste en que fructifique en obras de bien».
«Se supera así el concepto económico de justicia, basado en el principio de compraventa, con el concepto de justicia social, que defiende el derecho fundamental de la persona a una vida digna», añadió.
La solidaridad
El Papa prosiguió con la segunda clave, indicando que «de la fraternidad vivida en la familia, nace la solidaridad en la sociedad, que no consiste únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de los otros».
Francisco identificó como amenaza a la convivencia social «la migración, la concentración urbana, el consumismo, la crisis de la familia, la falta de trabajo, las bolsas de pobreza producen incertidumbre y tensiones».
Como respuesta, afirmó que «las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo, de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertades».
En concreto destacó la necesidad de ofrecer oportunidades reales especialmente a los jóvenes creando empleo y un desarrollo sostenible y advirtió que «si no hay solidaridad esto es imposible».
La subsidiariedad
Por último, «el respeto del otro que se aprende en la familia se traduce en el ámbito social en la subsidiariedad», dijo el Papa, y añadió que «asumir que nuestra opción no es necesariamente la única legítima es un sano ejercicio de humildad».
«Al reconocer lo bueno que hay en los demás, incluso con sus limitaciones, vemos la riqueza que entraña la diversidad y el valor de la complementariedad», dijo, destacando también la necesidad del diálogo y la promoción de cada persona y agente social.
Francisco concluyó explicando por qué habla tanto de las personas necesitadas, excluidas: «Simplemente porque esta realidad y la respuesta a esta realidad está en el corazón del Evangelio y precisamente porque la actitud que tomemos frente a esta realidad está inscrita en el protocolo sobre el cual seremos juzgados».
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