Dios quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos se conservara íntegro y fuera transmitido a todas las edades. Por eso Cristo mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio -fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta- prometido por los profetas, que Él mismo cumplió y promulgó con su boca. Así los Apóstoles, transmisores del Evangelio, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó. Además, los mismos Apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo.
La revelación que se contiene en la Sagrada Escritura ha sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. Por eso, se afirma que todos los libros de la Biblia tienen a Dios por autor... están “inspirados” por Él. Ello no es obstaculo para que Dios se valiese de unos hombres elegidos por él, que se conocen con el nombre de “hagiógrafos”, que una cultura, lengua y facultades propias. Dios se valió de ellos para que poner por escrito, según sus capacidades, todo lo que quería que conociésemos para nuestra salvación. En este sentido, se puede decir que ellos son también verdaderos autores de los libros sagrados.