La capilla bajo la advocación de San Ildefonso de la Catedral de Palencia es de gran interés artístico y cultural. Fue patronato de uno de los personajes más vinculados a la historia de Palencia y su catedral, Alonso Fernández de Madrid, canónigo e intelectual destacado. Tradujo el Enchiridion de Erasmo de Rótterdam, lo que le granjeó algunos problemas entre ciertos sectores del clero, pese a su cuidadosa y equilibrada traducción. Su principal aportación a la historia de la ciudad fue la célebre “Silva Palentina”, donde hace una memoria de la antigüedad y nobleza de la Iglesia y ciudad de Palencia. Describe los prelados que rigieron la Iglesia. Junto a las reseñas correspondientes, se insertan noticias generales y locales dotando al conjunto de gran viveza y agilidad en la lectura. Intentó restaurar los Estudios Generales de Palencia, que habían perdido gran parte de sus profesores e influencia a favor de Salamanca y Valladolid y estableció un nuevo estudio de gramática como acceso a los estudios teológicos.
Muy joven obtuvo una canonjía en la catedral palentina, quizás con la edad requerida entonces de 14 años Desde agosto de 1509 ocupó la dignidad por la que se la conoce, Arcediano del Alcor. Menéndez Pelayo dice de él “que era el palentino varón de irreprochables costumbres y en la oratoria sagrada muy aventajado”. Está enterrado en esta capilla figurando en una sencilla lápida la fecha de su muerte el 18 de agosto de 1559.
La obra de arte más destacada de la capilla es el retablo renacentista, con la imposición de la casulla a San Ildefonso por parte de la Virgen. Está situado en el muro este, recuadrado por un marco de fábrica que recuerda a la arquitectura, que cobija las portadas de la época, atribuido a Juan de Valmaseda Está formado por relieves labrados con gran calidad y policromados, con matices de Siloé y, aunque lejanos, también de Berruguete. El maestro del retablo ha sido capaz de fundir las más delicadas formas italianizantes con las características de la escuela burgalesa en una síntesis genial y única. Se realizó hacia 1530. Es la obra maestra de Juan de Valmaseda.
La zona superior del retablo se remata con un medallón en la que aparece el tema de la Piedad y, sobre ella, un calvario.
La capilla, como todas las de este lado de la catedral, tiene su correspondiente sacristía, a la que se accede mediante una puerta renacentista con medallones, dos putti teniendo sendos escudos, y en el centro del tímpano la imagen del Creador.
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