Te despedimos, con emoción contenida, el día 7 de noviembre, en Santervas de la Vega. Allí en medio de aquella multitud abigarrada, solo se respiraba paz, lo que tú fuiste siempre, ternura y amor, lo que tú sembraste, lágrimas, porque nos dejaste comunidad apretada, que siempre creaste.
Nos aliviaba y presidía Jesús, el kyrios, que en ti fue sacramento de lo pequeño, de lo sencillo, al alcance de todos.
En tu cercanía entrañable, de hermano “pequeño”, acogedor, amigo, servicial, testigo de la Palabra, de gestos amables, pero valientes, tocados de parresía, nos saciaba el vino de la alegría, compartido y celebrado en la pequeña fraternidad apostólica.
Despedirte nos rompe el alma. No sabemos vivir sin ti, ¿verdad? Sagrario, Teresa, Chuchi, Begoña, Tote... Pasaste por la vida cual caricia tierna y suave, para los amigos y las comunidades de “un solo pueblo” y de Cervera.
La vida, a veces, se tensiona, cuando nos faltan presencias samaritanas como la de Luis María Caminero Pérez, don y regalo enriquecido en la comunidad, donde se hacía encuentro, diaconía, cercanía celebrativa y festiva, en medio de soledades y consolaciones en nuestros pueblos despoblados, pero tu presencia y aliento, levantaba esperanzas. Eras consciente que en lo pequeño del mundo rural, estaba Dios.
Amigo Luis María, siempre te descubrí en medio de esa legión admirable de mujeres y hombres sencillos, callados, buscadores del bien común, que viven en libertad, profecía y parresía, que muestran una manera nueva de hacer iglesia, un nuevo modelo, un nuevo paradigma, poblado de testigos y profetas hacia el Reino. Propiamente, son profetas anónimos identificados con los más humildes, afligidos, menesterosos, excluidos del mundo rural, pero, eso sí, empleados a fondo perdido en la tarea liberadora, sanadora, humanizadora, como Jesús (LG 35). Ese eras tú, querido y admirado Luis María Caminero Pérez, sacerdote de Palencia.
Nicolás Castellanos Franco
Obispo emérito de Palencia
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