El pasado 25 de enero se celebró en Madrid la entrega de los Premios Bravo!... y en sus palabras a los premiados, Mons. Ginés García Beltrán, Obispo de Guadix y Presidente de la CEMCS centró una parte de su discurso... a un término muy “de moda”... y que a mi me preocupa bastante: la posverdad. Y esto dijo:
«Si en la primera mitad del siglo pasado Bertolt Brecht decía que “no son buenos tiempos para la lírica” hoy podríamos decir que “no son buenos tiempos para la verdad”. Tiene razón el recientemente fallecido Zygmunt Bauman en su análisis de la postmodernidad, a la que describe como el espacio de un pensamiento débil y una verdad líquida en la que no caben certezas definitivas, compromisos totalizantes, grandes ideales ni verdades enteras. “La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un pueblo que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir”, afirma este pensador. Quizá por esto, el diccionario Oxford ha elegido la palabra “Posverdad” como la más relevante en el año 2016. Vivimos un tiempo en el que la verdad de los hechos es menos influyente a la hora de formar la opinión pública que las emociones y las convicciones; en la vida social, se invocan más las pasiones que las razones. Es más fácil convencer a muchos con palabras huecas, apelando a las pasiones que se disparan al calor de una buena discusión, jaleada en los medios de comunicación, que razonar y argumentar pausadamente para crecer, y ayudar a crecer; para buscar juntos la verdad, como pedía Machado.
«Si en la primera mitad del siglo pasado Bertolt Brecht decía que “no son buenos tiempos para la lírica” hoy podríamos decir que “no son buenos tiempos para la verdad”. Tiene razón el recientemente fallecido Zygmunt Bauman en su análisis de la postmodernidad, a la que describe como el espacio de un pensamiento débil y una verdad líquida en la que no caben certezas definitivas, compromisos totalizantes, grandes ideales ni verdades enteras. “La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un pueblo que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir”, afirma este pensador. Quizá por esto, el diccionario Oxford ha elegido la palabra “Posverdad” como la más relevante en el año 2016. Vivimos un tiempo en el que la verdad de los hechos es menos influyente a la hora de formar la opinión pública que las emociones y las convicciones; en la vida social, se invocan más las pasiones que las razones. Es más fácil convencer a muchos con palabras huecas, apelando a las pasiones que se disparan al calor de una buena discusión, jaleada en los medios de comunicación, que razonar y argumentar pausadamente para crecer, y ayudar a crecer; para buscar juntos la verdad, como pedía Machado.
Sin la posibilidad de la verdad, sin su búsqueda, sin aspirar a ella como algo posible y necesario, podemos dejar al mundo a merced de ideologías totalitarias o populistas, de medias verdades, de eslóganes, de marketing, de tuits ofensivos o ridículos. Sin verdad no hay justicia sino arbitrariedad, no hay libertad sino libertinaje, no hay bondad sino oportunismo, no hay belleza sino apariencia. Prescindir de la verdad, o darla por superada, nos aboca a una sociedad sin humanidad.
Esta descripción de la realidad no es, ni mucho menos, una rendición ante lo evidente. Por el contrario, es una llamada a la esperanza, a la confianza en que un mundo nuevo y mejor es posible, y con la ayuda de Dios podemos hacerlo. La verdad, como la bondad y la belleza son posibles. Son muchos los destellos que experimentamos cada día de esa verdad que nos ilumina con su bondad y belleza».
Así están las cosas. Y esta es la tendencia. Un paso más allá de la “Dictadura del Relativismo” que denunciaba el Papa Benedicto XVI. Estáis avisados. Que no nos roben la esperanza... y recordad a Santa Teresa, la que dijo que «la verdad padece, pero no perece». Y lo que me vale para la verdad... me vale para la Verdad.
Domingo Pérez
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