Como hemos venido estudiando anteriormente Jesús inicia su vida pública y acepta el designio de Dios, anunciar su Reino, y así lo hace se pone de lleno a mostrar que el Reino de Dios está presente y por eso cura a los ciegos, limpia a los leprosos, expulsa a los demonios... y todo desde el amor de Dios.
Jesús libera de la esclavitud del pecado en su época y nos libera de la esclavitud que vivimos ahora. El dinero, el tener el poder no es lo importante, el Reino de Dios si lo es.
En este tema se nos hace una pregunta ¿qué nos esclaviza en la actualidad? Nos damos cuenta de que todo lo que no sea darse al otro nos lleva a vivir esclavizados. Nos poseen nuestros deseos de ser, de tener, de aparentar, de poder... y nos cuesta mucho renunciar a todo esto para dar.
Otra de las preguntas que se hacen en este tema es ¿cómo Jesús nos sigue hoy liberando de la esclavitud? Y la respuesta es clara, nos sigue amando. Pero también nos pide que ayudemos a liberarnos de la esclavitud.
La oración, el testimonio de vida, el servicio a los demás, anunciar el Reino en definitiva, es el modo de liberarnos de esas esclavitudes que nos tienen oprimidos y aferrarnos a los signos que Jesús hizo para mostrar el Reino de Dios.
El pasaje que nos ocupa en este tema (Mc 1, 21-28), pone de manifiesto lo que Jesús viene a hacer. El diálogo con el demonio es claro, reconoce la autoridad de Jesús, no solo la autoridad sino también el poder que tiene, tanto como para destruirle. Jesús es el Santo de Dios, el demonio es el mal, el dolor, la enfermedad del hombre y Jesús libera a ese hombre de ese mal.
Somos una sociedad reacia a ver los milagros a nuestro alrededor, nos sorprende y nos cuesta entender estos milagros, buscamos explicaciones lógicas a todo y queremos que todo sea comprobable, pero la fe es creer sin pruebas y darnos cuenta de que Dios actúa en la historia y en nosotros.
Profesores de Religión de la Diócesis
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