domingo, 3 de julio de 2016

Sentimientos y convicciones del nuevo Obispo (II)

«TU MISERICORDIA»

Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA
Obispo de Palencia

Ante todo y lo primero, quiero expresar mi gratitud a todos los palentinos por lo vivido estas semanas tras mi Ordenación Episcopal y primeros pasos entre vosotros. Han sido gozosos los momentos en los que he podido encontrarme con vosotros en la Catedral, en las parroquias que he visitado, en los distintos encuentros eclesiales desde el pasado 18 de junio... y en cada pequeña conversación con sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos. Puedo sentir las palabras de San Agustín: «Si lo que soy para vosotros me asusta, me consuela y tranquiliza lo que soy con vosotros, porque para vosotros soy obispo, pero con vosotros soy cristiano» (Sermón 340 y 46, 2). De nuevo... gracias por este tiempo juntos.

El domingo pasado compartía algunas convicciones y sentimientos que me surgen del interior, la Indignidad, la Gratitud y la Confianza en Dios y en la misión; y hoy completaré esta apertura de mi corazón y de mi alma.

Confianza en vosotros, los palentinos. Decía Santa Teresa que sois gentes de buena masa, y, si lo decía ella, una gran mujer y gran santa, una mujer lista e inteligente, era porque reflejaba su experiencia personal. Además, lo muestra la historia, el arte, el arraigo de la fe en la cultura palentina.  

Hoy todos debemos confiar unos en otros. No se puede ir por la vida desconfiando, porque se genera recelo, silencios, sospechas, insinceridad, y se hace imposible la convivencia humana y cristiana. El otro no es un enemigo, sino un hermano, que tiene un corazón como yo, que intenta ser feliz y hacer felices a los demás como y; a veces, puede ser, de forma equivocada y errada, como yo, pero ¿quién no tiene en el fondo buena voluntad, la bondad que Dios ha sembrado en cada uno de sus hijos e hijas, las llamadas “semillas del Verbo”?

Apertura a todos, sin excepción. Es decir, quiero ir y estar con vosotros con la mano y el corazón abierto a todos. A los creyentes, a los indiferentes, a los no creyentes, a los que son de un partido o de otro, a los del campo y a los de la ciudad, a los niños, a los jóvenes a los adultos a los mayores. Especialmente quiero estar abierto y cercano a los pobres, a los parados, enfermos, a los que sufren, con quienes se identifica el Señor. Juntos podemos y debemos avanzar buscando el bien común. 

Siguiendo el pensamiento de San Agustín diría que la verdad no es tuya ni mía; vayamos juntos a buscarla para que nos posea a ti y a mi y gocemos juntos. Para los cristianos esta verdad tiene un rostro y un nombre, Jesucristo, que no está lejos de nadie y está presente de alguna manera en todos.

l Perdón solicitado. Solicito de entrada la misericordia y el perdón de Dios y el vuestro. Además de temer defraudaros, soy consciente de que me equivocaré, de que fallaré muchas veces, espero que sin mala voluntad, pero me equivocaré. Es humano el errar y soy humano y con humanos vivo y convivo. Concededme de entrada vuestro perdón.

l Confianza en la Virgen María. Ella, la toda santa, la madre de Dios y nuestra madre, la estrella de la evangelización, la perfecta discípula y maestra. Nuestra diócesis de Palencia está sembrada de advocaciones y santuarios, capillas y ermitas entrañadas y entrañables. 

En la capital la invocamos como la Virgen de la Calle. Pienso si con este título no nos estará diciendo el Señor y ella que nuestro lugar es la calle, donde nos cruzamos los hombres y las mujeres, los vecinos todos, para ir al mercado, al colegio, al bar, al trabajo, al paso, al encuentro con los amigos, etc., con nuestras alegrías, tristezas, angustias y esperanzas. ¿No nos estará diciendo que debemos entregar lo mejor de nosotros mismos a los demás, es decir, como ella entregar a Cristo, luz de las gentes? Pienso que así lo quiere el papa Francisco cuando nos habla de estar en salida, salir a las periferias existenciales y geográficas, al encuentro de los hombres y las mujeres.

Siguen abiertos mi corazón y mi alma. Y de nuevo os pido que roguéis a Dios por mí como yo ruego por vosotros para que juntos gocemos y llevemos la alegría del amor de Dios y el gozo del Evangelio.


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