No se puede vivir la Navidad olvidando a San José o... poniendo, únicamente, a los pastores, las ovejas y los ángeles que anuncian la paz y no la presencia del Niño. Es una grave equivocación aislar al santo patriarca y dejar en el silencio al esposo de María. La Navidad hay que vivirla poniendo las figuras, cada una en su sitio, tal como nos proclama la liturgia, en respuesta a los Evangelios. San José es alguien más que la persona contemplando al Niños Dios, mirando a su esposa la Virgen y apoyado en un cayado.
En la historia de la Iglesia se admite que Santa Teresa es el gran apóstol y predicador de San José. Lo que dice, hace y escribe la Santa en torno a San José, es algo tan admirable y completo, que ella misma piensa que la van a juzgar mal, como si exagerase. En su Vida (Cap. 6) escribe: “Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción; en especial le habían de ser aficionadas personas de oración. Que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos”.
En su devoción a San José llega a afirmar: “Tomé por abogado y señor a este glorioso San José y me encomendé mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y perdida de alma, este padre y señor mío me sacó con más bien que yo lo sabía pedir”.
Navidad, San José. Bien, muy bien, las montañas y los ríos. Muy bien los pastores y las canciones de los ángeles. Muy bien los patos, gallinas y peces por el río y sus cascadas. Pero... es necesario entender el silencio de San José, la mirada del Patriarca y darle gracias por acompañar siempre a la Madre del Niño Dios.
Imitemos el ejemplo de Santa Teresa: “Procuraba yo hacer su fiesta con toda la solemnidad que podía”. Y nos advierte: Dios concede a otros santos socorrer en alguna necesidad, “a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas, porque en el cielo le obedece tal como en la tierra”.
Germán García Ferreras
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