[59] Heredera de la esperanza de los justos de Israel y primera entre los discípulos de Jesucristo, es María, su Madre. Ella, con su «fiat» al designio de amor de Dios, en nombre de toda la humanidad, acoge en la historia al enviado del Padre, al Salvador de los hombres: en el canto del «Magnificat» proclama el advenimiento del Misterio de la Salvación, la venida del «Mesías de los pobres» [...] Acogiendo estos sentimientos del corazón de María, de la profundidad de su fe, expresada en las palabras del «Magnificat», los discípulos de Cristo están llamados a renovar en sí mismos, cada vez mejor, «a conciencia de que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva, sobre Dios que es fuente de todo don, de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes, que, cantado en el Magnificat, se encuentra luego expresado en las palabras y obras de Jesús». María, totalmente dependiente de Dios y toda orientada hacia Él con el impulso de su fe, «es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos».
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