El pasado 10 de diciembre se presentó el Mensaje del Papa Francisco para la XLVIII Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero y cuyo tema este año es “No esclavos, sino hermanos”.
El tema elegido por el Papa, atañe no sólo al fundamento de la paz, sino a su realización concreta en las relaciones interpersonales y quiere ser una invitación a transformar las relaciones sociales de una relación de dependencia-esclavitud, y de negación de la humanidad del otro, en una relación de fraternidad vivida entre hermanos y hermanas, como hijos del mismo Padre. Un camino de conversión para los creyentes que lleva a ver en el otro no un enemigo que hay combatir o un ser inferior que explotar, sino un hermano o una hermana que amar y, en cuanto amado, al que liberar de todas las cadenas de la esclavitud.
Partiendo de la Carta de San Pablo a Filemón y de otros pasajes de la Biblia, el Santo Padre muestra que en el plan de Dios para la humanidad no hay lugar para la esclavización de los otros porque Dios llama a todos sus hijos a renovar sus relaciones personales respetando en cada uno de ellos la imagen y semejanza del Creador, así como la dignidad inviolable de cada persona, confiados en la Buena Nueva de Jesucristo, que es capaz de renovar el corazón humano, allí donde el pecado abundó.
Desgraciadamente el rechazo de la fraternidad perdura en nuestros días y se refleja en las diversas formas de esclavitud moderna, como el Papa recordó recientemente durante la firma de la Declaración común de los líderes religiosos contra la esclavitud en el Vaticano: «A pesar de los grandes esfuerzos de muchos, la esclavitud moderna sigue siendo un flagelo atroz que está presente a gran escala en todo el mundo, incluso como turismo. Este crimen de lesa humanidad se enmascara en aparentes costumbres aceptadas pero en realidad hace sus víctimas en la prostitución, la trata de personas, el trabajo forzado, el trabajo esclavo, la mutilación, la venta de órganos, el mal uso de la droga, el trabajo de niños. Se oculta tras puertas cerradas, en domicilios particulares, en las calles, en automóviles, en fábricas, en campos, en barcos pesqueros y en muchas otras partes. Y esto ocurre tanto en ciudades como en aldeas, en las villas de emergencia de las naciones más ricas y más pobres del mundo. Y lo peor, es que tal situación, desgraciadamente, se agrava cada día más».
En la perspectiva del compromiso común contra la trata de personas y de otras formas de esclavitud, se destacan en primer lugar el hecho de que la esclavitud «fruto y signo de ruptura de la fraternidad y del rechazo de la comunión -una vez admitida por las leyes civiles como derecho a la propiedad de otra persona- es ahora un “delito de lesa humanidad” que asume diversos rostros en el contexto de la globalización». En segundo lugar, refiriéndose a la familia, el Papa reitera que no se puede permitir que esa institución «de lugar de acogida y promoción de la vida, pase a ser un lugar donde la vida es traicionada, despreciada, negada, manipulada y vendida». Por último, para derrotar la plaga de la esclavitud moderna, es necesaria «una movilización de dimensiones comparable a las del mismo fenómeno», desde el ámbito local (familia, escuelas, parroquias) hasta el global (instituciones, organismos y estados) para eliminar esta «lacra contra la humanidad».
Por su parte, la Iglesia de Jesucristo que anuncia la Buena Nueva de la liberación del pecado y de todas las formas de esclavitud debe continuar su misión de proclamar la Palabra a tiempo y a destiempo, denunciando todas las formas de esclavitud y violación de la dignidad de la persona, ofreciendo al mismo tiempo, mediante la acogida y la cercanía, el testimonio de una vida libre, renovada y abierta a la trascendencia.
Siguiendo el ejemplo de Santa Josefina Bakhita, la esclava, que más tarde fue «libre hija de Dios», debemos mirar con esperanza a Aquel que derrotó el mal, a Jesucristo, artífice e imagen de la liberación de la humanidad y de la libertad de los hijos de Dios. Tenemos que trabajar juntos e incansablemente hasta que haya una persona esclavizada en este mundo, porque nadie puede liberarse prescindiendo de los otros, de la humanidad y de la creación que, como afirma San Pablo, «espera con impaciencia la revelación de los hijos de Dios y nutre la esperanza de ser también liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios».
No hay comentarios:
Publicar un comentario