martes, 9 de diciembre de 2014

La celda

“Para santa Teresa de Jesús la celda es símbolo y concreción de soledad y silencio, como clima adecuado para la contemplación. Especie de soledad intensiva, dentro de la soledad comunitaria creada por la clausura en medio de la ciudad”. Así escribe el extraordinario teresianista, P. Tomás Álvarez, carmelita descalzo. A su vez, el Diccionario Ideológico de la Lengua Española define: “Celda es un aposento destinado al religioso o religiosa en su convento. Cada uno de los aposentos para los presos en las cárceles celulares”.

Bien distinto el significado. El religioso ingresa voluntariamente en el convento... y el preso es obligado a perder la libertad como consecuencia de un delito. La religiosa no tiene otras barreras que la fe y el ejercicio de las tres virtudes teologales... y el preso está vigilado por varias personas.

Santa Teresa tenía un cuidado muy especial para que las celdas ayudasen al recogimiento, a la oración y... sobre todo a la contemplación. Procuraba que la vista desde la ventana de la celda, fuese la naturaleza: Agua del río como en Alba de Tormes; montes y montañas como la de Toledo; llanura y amplitud de tierra como la de Valladolid...

Santa Teresa escribió todos sus libros en la celda: Ávila, Toledo, Soria, Salamanca, Medina del Campo... La celda, escribe el P. Tomás, era un cuadrado de 3,10 x 3 metros, con un ventanuco, pobrísimo ajuar: cruz de madera y estampas de papel en la pared, una estera en el suelo y una pobre tarima para el descanso. Vivía la Santa aquellos versos del Cantico Espiritual de San Juan de la Cruz: “En soledad vivía/ y en soledad ha puesto ya su nido / y en soledad la guía / a solas su querido / también en soledad de amor herido”.

San Juan de Ávila tenía en Almodóvar del Campo, una cueva-celda donde pasaba las horas hablando con Dios y leyendo la Biblia. San Juan de la Cruz... una ermita en la montaña de la huerta, junto a la Fuencisla de Segovia, donde dormía, con una campana para responder a las campanas del convento. Todos necesitamos una celda, un lugar de silencio y soledad, que puede ser la capilla de una iglesia o los montes y montañas, al aire libre.

Germán García Ferreras

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