miércoles, 10 de febrero de 2016

Mensaje del Papa para Cuaresma: «Misericordia quiero y no sacrificio»

El Papa Francisco ha titulado su Mensaje para la Cuaresma del Jubileo de la Misericordia con las palabras «Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 9, 13), destacando las obras de misericordia en el camino jubilar.

En el primer punto, «María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada», evocando el Magníficat, el Papa invita a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios». Y señala que, con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor», hace hincapié en la primacía de la «escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio».

En el segundo punto, «La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia», recuerda «el misterio de la misericordia divina» que se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios -siempre rico en misericordia y ternura- y su pueblo. «Drama de amor» que «alcanza su culmen en Jesús el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada». 

En el tercer punto, «Las obras de misericordia», el Papa subraya la importancia de estas, y desea que el pueblo cristiano reflexione sobre ellas durante el Jubileo: «será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina».

El mensaje termina con esta exhortación: «No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez, reconociéndose como la humilde esclava del Señor».

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