lunes, 8 de febrero de 2016

Enseñar al que no sabe

En Noruega -según parece- andan alarmados. Han colocado carteles en los que se dice: “Se imparten clases para enseñar a los inmigrantes a respetar a las mujeres”. “Hero” es la compañía privada encargada de esta tarea. Ella sola gestiona el 40% de los centros para refugiados del país. Lo dice el periódico.

Parece que, después de lo ocurrido en la estación de ferrocarril de la ciudad alemana de Colonia, en la pasada Nochevieja del 2015, ahora en la cultísima y desarrollada Europa han optado por impartir clases de cómo hay que tratar a la mujer. Algunas organizaciones contra la violencia machista se han propuesto explicar a los inmigrantes que vienen del área islámica, todo lo relativo a la igualdad de derechos que existe en Occidente entre hombres y mujeres.

¿Y quiénes son los profesores?
Los profesores son, naturalmente, miembros del país que acoge. En cambio, los alumnos suelen ser determinados grupos islámicos que -según la agencia de noticias- llegan con sus “costumbres medievales”. Al decir de este periódico -copio al pie de la letra- “muchos de ellos proceden de lugares en los que la mujer no tiene la libertad de que goza el hombre. Tienen que ir tapadas y no pueden salir solas a la calle, si no es en compañía de su marido u otro miembro masculino de la familia, ya que, en algunos de estos países, de hecho, la mujer es sencillamente concebida como propiedad del hombre...”.

Como es lógico -cito otra vez- “cuando aterrizan en sociedades como la noruega, se escandalizan al ver cómo visten las jóvenes, que van solas por la calle, se divierten, beben y sonríen a los hombres. Son actitudes que en muchos países musulmanes sólo se relacionan con la prostitución. De ahí que algunos no sepan interpretar correctamente estos comportamientos”.

La noticia, sin embargo, no explica si alguien da clases especiales en Noruega, Suecia, Dinamarca, Francia o España a los nativos para que respeten a los inmigrantes: su cultura, su diversidad, su propia religión. Deben dar por supuesto que los que acogemos practicamos siempre el respeto a la mujer y a los mismos que vienen de fuera; pero yo tengo mis dudas... De lo contrario, en países como Francia (véase París) no se habría ido incubando ese odio que desde los ghettos y círculos más cerrados se ha ido encrespando y enconando hacia los supuestos “valores occidentales”, muchos de los cuales de “valores” no tienen nada. ¿O es que aquí no se explota y discrimina a la mujer? ¿O es que hemos terminado con la violencia machista? ¿O es que no existe prostitución?

Pero, admitiendo que es vergonzosa la visión que de la mujer tienen muchos de los de fuera (y otros de dentro, añado yo), a todos nos vendrían bien clases de comportamientos sociales, de respeto a las leyes y a la ética sexual (“respetarás y te harás respetar”). No menos que otras clases: por ejemplo, de ética y moral social (“no robarás” y “devolverás lo sustraído”, “no te enriquecerás con el dinero público”), etc.

Por supuesto, que a los que crucen las rayas rojas en el trato con las mujeres (de acá o de allá) habría que enseñarles algo más que “buenos modales”: habría que enseñarles “tarjeta roja” y el camino que lleva a los tribunales.

Aprender a respetar a las mujeres es importantísimo. Pero también deben ser respetados todo el resto de los seres vivos: sean hombres o mujeres, jóvenes o niños. Nacidos y no nacidos (o sea, también cuando vienen de camino).
l libertinaje y desenfreno en el que se mueven no pocos escandinavos y occidentales, en general? ¿Quién nos educa acá en la moral personal y social? ¿Tenemos algo que enseñar a los que vienen de fuera en lo que se refiere a la familia? Divorcios, adulterios, abortos, ancianos excluidos... ¿Qué decir del nihilismo amoral que lo contamina todo?

En fin, no estaría mal que, como buen propósito del año 2016, se extendieran las clases del “respeto a los demás” por muchos otros sitios. Y que, después de salir del aula, practicáramos -¡claro está!- lo aprendido. Pero aviso que esto no se arregla solo con clases teóricas, sino con convicciones hondas.

Eduardo de la Hera

No hay comentarios:

Publicar un comentario