domingo, 20 de octubre de 2013

La dimensión misionera de la Iglesia

Mensaje de nuestro Obispo para el Domund 2013 tomado de la carta del Papa Francisco para esta Jornada

La necesidad de compartir la fe con los demás. Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación. La fe es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos.

Las misiones, dimensión esencial de la vida cristiana. El Concilio Vaticano II destacó de manera especial cómo la tarea misionera, la tarea de ampliar los confines de la fe, es un compromiso de todo bautizado y de todas las comunidades cristianas /.../ Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad cristiana a hacer propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial.

Predicar el Evangelio no violenta la libertad. En ocasiones, todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad. A este respecto, Pablo VI usa palabras iluminadoras: «Sería un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer es un homenaje a esta libertad».


La evangelización es siempre un acto eclesial. Es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial. Pablo VI escribía que «cuando el más humilde predicador, catequista o pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia»; no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre».

La urgencia de una “nueva evangelización”. En áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, sino también del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan.

La Iglesia no es una ONG asistencial. Ahora bien, la Iglesia -lo repito una vez más- no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino.

Agradecimiento a los misioneros. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo, y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos -cada vez más numerosos- que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas.

Las Obras Misionales Pontificias. La solicitud por todas las Iglesias encuentra una actuación importante en el compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea reclamando la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo.

El Domund en el Año de la Fe. Benedicto XVI exhortaba: «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada (2 Ts 3, 1). Que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Porta fidei, 15). Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año.

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