martes, 22 de octubre de 2013

Amor a las almas

No hay duda que fue Fray Luis de Granada, religioso dominico, quien mejor conoció a San Juan de Ávila. Su amistad fue tan grande y su correspondencia tan abundante y profunda que no es necesario perder el tiempo demostrando tal afirmación. Tiene afirmaciones como ésta: “No se sabe con qué ganó más almas, con su palabra o con su ejemplo”. Porque lo único que buscaba San Juan de Ávila, era salvar las almas y que las almas viviesen la eternidad en un permanente himno de alabanzas a Dios.

La predicación de nuestro santo y doctor, era la más clara manifestación de lo que había en su corazón: amor de Dios y deseo de salvar almas. A los sacerdotes predicadores y a los catequistas les exige una preparación muy especial y esmerada. Les pide, también a los seglares dedicados al apostolado y obras de caridad que, ante todo y sobre todo, les envuelva el espíritu de oración. Y no concibe predicadores sin confesores. Cuida la predicación hasta conseguir que los corazones de sus oyentes se acerquen al confesonario y, de rodillas, inicien una nueva conversión.

Cuenta fray Luis de Granada de nuestro santo, que “siendo preguntado por un teólogo, que aviso le daba para hacerse con fruto el oficio de la predicación, brevemente respondió; amar mucho al Señor”. En una de sus cartas se expresa: “el amor a las almas ha de ser tan fuerte en el sacerdote, que no encuentre semejanza sino en el amor que el mismo. Dios nos tiene, ya que ha de estar dispuesto a dar su vida por ellos”.

Repasando los escritos de San Juan de Ávila y su obsesión por la salvación de las almas y la labor de los predicadores y confesores, no pude menos de recordar la doctrina de san Juan de la Cruz... que, en el prólogo a la Subida del Monte Carmelo, escribe san Juan de la Cruz: “Porque algunos confesores y padres espirituales, por no tener luz y experiencia de estos caminos, antes suelen impedir y dañar a semejantes almas”.

San Juan de Ávila es categórico: “No es cosa de entendimiento, sino de voluntad. No es hablar, sino obrar”.

Germán García Ferreras

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