domingo, 25 de marzo de 2012

Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto

25 de marzo. V Domingo de Cuaresma

- Jer 31, 31-34. Haré una alianza nueva y no recordaré sus pecados.
- Sal 50. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
- Heb 5, 7-9. Aprendió a obedecer y se ha convertido en autor de salvación eterna.
- Jn 12, 20-33. Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto.

Estamos llegando al desenlace final de la Cuaresma, el próximo será ya Domingo de Ramos, iniciando la Semana Santa. El evangelio de San Juan sigue con su pedagogía de preparar a los cristianos para la celebración de la Pascua. Y nos descubre el corazón de Cristo, sus sentimientos ante la muerte próxima, y nos invita además a aprender y vivir esos mismos sentimientos. El episodio narrado hoy se desarrolla en las vísperas de la Pascua judía -“con ocasión de la fiesta”-: unos griegos, en parte turistas y en parte peregrinos, han oído hablar de Jesús y manifiestan su interés por encontrarse con él.

Sin saludo protocolario, “Jesús dijo”, la respuesta no va dirigida sólo a los griegos, es para judíos y griegos, para los hombres de entonces y de siempre: “Ha llegado la -HORA- en que el Hijo del hombre sea glorificado”; no es un tiempo puntual, es la culminación de un proyecto que comenzó en la encarnación y que ahora llega a su plenitud: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Así explica Jesús su misión, la mejor forma de engendrar vida es entregándola con amor hasta las últimas consecuencias. Pasa por la cruz pero se transforma en vida en la resurrección. Jesús nos invita a acompañarlo, “el que quiera servirme, que me siga”, en este camino de entrega sin límites, dejando a un lado los cálculos egoístas... “el que se ama a sí mismo se pierde”.

La propuesta de Jesús es llamativa, atrayente para engendrar un hombre y una fraternidad nueva, pero difícil. Y Jesús mismo se siente profundamente afectado ante lo que le viene: “mi alma está agitada”. Hay desafíos que parecen superar nuestras fuerzas y la inclinación natural es huir, ceder. Jesús reacciona, ¿qué diré? ¿Padre sálvame de esta hora? De ningún modo; porque he venido al mundo para aceptar esta hora. Padre glorifica tu nombre”. Y el Padre se hace presente: “te he glorificado y te glorificare”. Dios está con nosotros y nos da fuerza para responder.

“La mejor forma de engendrar vida es entregándola con amor hasta las últimas consecuencias; pasa por la cruz se transforma en vida en la resurrección”. ¿Estamos dispuestos a empeñar la vida por la causa de Jesús?

José González Rabanal

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