sábado, 17 de marzo de 2012

Pasión por el Evangelio. Día del Seminario


El lema del Día del Seminario -Pasión por el Evangelio- pone de relieve la centralidad del Evangelio en la vocación sacerdotal. Todo proyecto de vida cristiana debe estar animado por esta «buena noticia» que fecunda el corazón del hombre que la acoge y se verifica en el seguimiento de Jesús.

El anuncio del Evangelio constituye el núcleo de la misión de la Iglesia. El Evangelio debe ser urgentemente proclamado, sobre todo en las tierras y culturas que una vez estuvieron impregnadas por él y que, con el paso del tiempo, han decaído en vitalidad y entusiasmo.

La celebración de este Día es una gran ocasión para que la comunidad cristiana -sacerdotes, consagrados y laicos- reflexione sobre la identidad y la misión del sacerdote en una sociedad marcada por la secularización y la indiferencia religiosa. La urgencia de una nueva evangelización nos invita a una puesta al día de las formas y prioridades en el ejercicio del ministerio presbiteral. Los fundamentos que definen el sacerdocio no cambian... pero sí lo hace el contexto en que se desarrolla la vida de la Iglesia.

El lema

Nos sitúa ante el objeto de la predicación de Cristo (Mc 3, 14) y de los primeros cristianos. Para estos el Evangelio no es solo las palabras y acciones de Jesús, sino también -y fundamentalmente- el misterio de salvación acaecido en la muerte y resurrección de Cristo: una «buena noticia» que ha de ser proclamada y que acarrea la salvación de quien la escucha y acoge en su corazón.

El término «evangelio» alude a diversas realidades muy relacionadas entre sí. Es el nombre que se da a los relatos sobre la vida y el mensaje de Jesús. En este sentido, es un término técnico que designa las narraciones sobre Jesús que la Iglesia asumió desde sus orígenes en el canon de los textos sagrados porque reflejaban con fidelidad el misterio de Cristo.

Pero el término no se agota en este uso... y se refiere al conjunto de la predicación cristiana. En el Nuevo Testamento, la palabra «evangelio» es utilizada para aludir tanto al mensaje predicado como al hecho mismo su proclamación y el efecto que produce en quien lo escucha y acoge. Es un acontecimiento, una realidad capaz de transformar al hombre en su interior, una fuerza actuante que salva al ser humano del extravío y la desesperación.

¿Reconoces estas dos dimensiones -mensaje y acontecimiento- en la proclamación del Evangelio hoy? ¿De qué manera el «anuncio» incide en tu propia vida? ¿Cuáles son, a tu entender, los contenidos fundamentales del «mensaje» del Evangelio que deberían ser transmitidos?

Anuncio, recuerdo y preocupación

San Pablo exhortaba a los corintios de la siguiente manera: «Os recuerdo, hermanos, el evangelio que os anuncié, que recibisteis y en el que habéis perseverado» (1 Cor 15, 1). El ministerio apostólico aparece ya delineado por una triple función: el anuncio del Evangelio, el recuerdo del Evangelio anunciado y la preocupación por la perseverancia de la comunidad que ha recibido y acogido el anuncio.

El recuerdo del Evangelio es posible solo si ha habido un anuncio previo. Recordar significa reconocer que el olvido de lo anunciado es una posibilidad real, que la deformación del mensaje recibido constituye una amenaza real. Desde aquí, emerge la función correctiva y vigilante del apóstol, quien exhorta a la comunidad para que persevere en el Evangelio recibido.

Nuestra cultura secularizada testimonia la lejana implantación del Evangelio en las estructuras de una sociedad que ignora sus raíces cristianas. Es preciso preguntarse si la nueva evangelización no ha de referirse más al recuerdo del Evangelio que a su anuncio. La herencia cultural recibida guarda en su interior gérmenes del Evangelio anunciado antaño... que aún han de brotar y crecer. Es también tarea de la Iglesia detectar aquellos comienzos incipientes... recordar sus orígenes cristianos, para cimentar la nueva evangelización.

¿Qué brotes del Evangelio percibes a tu alrededor, en la cultura y la sociedad? ¿Qué significado tienen estos brotes para la nueva evangelización?

La misión e identidad del sacerdote

Ambas están marcadas por el anuncio de la Palabra y la proclamación del Evangelio. Este anuncio requiere un recuerdo constante del Evangelio proclamado... que compete sobre todo al ministro ordenado.

Hoy el sacerdote está más llamado que nunca a recordar el Evangelio, en un doble sentido. En una sociedad ajena a sus raíces cristianas, que aparca la dimensión religiosa al ámbito de lo privado, la sola presencia del sacerdote en los espacios donde discurre la vida de la gente «recuerda» la trascendencia, es señal de algo que escapa a la lógica del mundo.

Pero también el sacerdote ha de «recordar» activamente el Evangelio olvidado en la cultura y en el corazón de cada hombre. Frente a los diagnósticos que vaticinan el eclipse del cristianismo en nuestra sociedad, aún es posible rastrear en el interior de los hombres de nuestro tiempo una forma evangélica, una inclinación latente a escuchar el Evangelio y a encontrarse con Cristo. Esta característica del tiempo presente exige del sacerdote mucha audacia y una gran madurez humana y espiritual.

¿Qué tipo de sacerdotes requiere, a tu entender, la nueva evangelización? De entre todas las funciones del ministerio sacerdotal, ¿cuáles te parecen más urgentes hoy?

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