Santa Teresa de Jesús, en el capítulo primero del libro de su Vida, escrito por ella misma, nos relata rasgos de su infancia: “Éramos tres hermanas y nueve hermanos. Acuérdome que cuando murió mi madre, quedé yo de edad de doce años, poco más o menos”.
“Tenía un hermano casi de mi edad; juntábamos entrambos a leer vidas de santos. Cómo veía los martirios que por Dios las santas pasaban, deseaba yo morir así y juntábame con éste mi hermano a tratar qué medio habría para esto. Ordenábamos ser ermitaños y en una huerta que había en casa procurábamos, como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas piedrecillas, que luego se nos caían. Procuraba rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el Rosario, del que mi madre era muy devota”.
¿Cómo fue la infancia de Víctor? Él mismo nos dice que en su casa se rezaba el Rosario todos los días, juntamente con sus padres. Disponemos de un precioso documento, escrito por él mismo. Su lectura es admirable y no puede ser más interesante. Es una carta que escribe a un nieto de seis años y dice así:
«Te voy a contar las aventuras de un niño cuando tenía seis años. Se levantaba temprano y, después de desayunar un buen plato de patatas, cogía un palo y se llevaba las vacas a pastar a los prados. Allí se juntaba con otros niños que hacían el mismo trabajo.
Pescaban peces, cangrejos y ranas. Hacían una hoguera, los asaban y se los comían. También cazaban lagartos, culebras, ratas, topos, erizos y otros animales. Éstos ya no los comían.
Cuando llegaba el verano, había que trillar todo el día con tanto calor. ¡Esto sí que era pesado...!
Cuando llegaba el invierno, todos los días tenía que ir a la escuela y recuperar todo el tiempo anterior. Las Navidades las pasaba junto al fuego, porque hacía mucho frío. Cantaban villancicos y jugaban a las cartas. Los Reyes Magos entonces eran muy pobres y no traían regalos.
Estas son las aventuras de un niño que hoy es un anciano, que te quiere mucho y tiene muchas ganas de verte».
Este anciano murió el 21 de febrero de 2012 en Medina del Campo, en olor de santidad. Es nuestro Víctor, a quien tenemos que pedir que desde el cielo nos aumente la fe y nos fortalezca la confianza en la Iglesia, nuestra Madre.
Víctor, que sabía tanto de Santa Teresa, también conocía a las mil maravillas la vida y doctrina de San Juan de la Cruz. También sabía que siendo niño Juan de la Cruz y estando en Medina del Campo, a la vez que estudiaba en el Colegio de los Jesuitas, hacía de recadero en un hospital para ayudar a su madre, que era pobre, muy pobre. Víctor, como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, aprendió de sus padres a vivir el cristianismo y a ser muy devoto de la Virgen.
Germán García Ferreras
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